QUÉ tiempos aquellos! Corrían por el calendario los felices años veinte del pasado siglo y había, junto a su lado, un solar vacío. O mejor dicho, ajardinado. En Estados Unidos echaba a rodar la mítica Ruta 66 y nacía César Pelli, el arquitecto argentino que más tarde tanto vínculo haría con el Bilbao del siglo XXI, al tiempo que medio mundo lloraba el adiós de Rodolfo Valentino y Ernest Hemingway presentaba su novela Fiesta, inmortalizando para siempre los sanfermines.

¿Al lado de dónde?, preguntará el lector más curioso, la lectora más avisada. Les hablo del Hotel Carlton hoy reconocido como Monumento Arquitectónico, Histórico, Artístico y Cultural vasco, que fue diseñado en 1919 por Manuel María Smith, arquitecto fetiche de la pujante burguesía industrial de la época, y que abrió sus puertas en 1926 para cubrir la nueva demanda de establecimientos de lujo. El edificio representa un ejemplo tardío del estilo del Segundo imperio francés en consonancia con la tradición de grandiosa construcción hotelera de la época. Impresiona la gran belleza del edificio, por su disposición triangular con ángulos achaflanados, no lo duden. Pero en aquella época las preocupaciones eran otras bien distintas a las actuales. No en vano, uno de sus primeros eslóganes fue Hotel Carlton 200 habitaciones, 200 baños, un asunto que hoy despierta hilaridad pero que en aquellos años era una fehaciente prueba y muestra de poderío.

Se cumplen ahora, en 2019, los cien años desde que el elegante hotel Carlton naciese en la imaginación de su arquitecto, pero los sueños no se conmemoran en todo su esplendor, así que habrá que esperar para la efemérides los siete años que hubo que aguardar a la construcción del edificio que hoy ondea como uno de los emblemas del centro de Bilbao.

Sus grandes salones tapizados, lámparas de araña, alfombras y la vidriera cenital del vestíbulo conservan el aroma de las fiestas y el champán que corría en los felices años veinte. Ya no se estilan aquellos derroches pero el hotel Carlton ha sabido amoldarse a los tiempos y sigue siendo uno de los corazones latentes de la vida cultural y social de Bilbao, una parte irrenunciable del paisaje cotidiano.

Los menos avisados huéspedes desconocen que bajo su elegante estructura se esconde un búnker: durante la Guerra Civil, entre su constitución en la Casa de Juntas de Guernica en octubre de 1936 y hasta la caída ante las tropas franquistas en junio de 1937, el hotel Carlton fue sede del primer Gobierno vasco presidido por Jose Antonio Aguirre. El Ejecutivo vasco, dicen, escogió este edificio por su carácter representativo y la solidez de sus muros. No muy lejos de allí, en la intersección de la calle Ercilla, una estatua recuerda al dirigente, ataviado con sombrero y gabardina.

El refugio de hormigón armado, una cámara subterránea de doce metros de largo por cuatro de ancho, llegó a albergar algunos plenos presididos por el lehendakari durante los bombardeos de la capital vizcaína. Su existencia no fue descubierta hasta hace unos años, en el transcurso de unas obras de remodelación, una de las varias que ha vivido el representativo hotel para revitalizarse. En la actualidad se ha convertido en un elegante bar de estilo inglés con paredes tapizadas en granate, maderas nobles, fotos de las celebridades que han pasado por allí y cómodos sillones. Solo abre sus puertas para actos y celebraciones privadas.

Desde el exterior, la fachada principal y los laterales del edificio nos presentan detalles evidentes de su adscripción al estilo beaux artes, caracterizado por la simetría, grandes entradas, escalinatas, policromía y una gran profusión de balaustradas, cornisas de apoyo o paneles de bajorrelieves. Entre todas ellas, las cubiertas y las mansardas son su ejemplo más hermoso, según asegura la gente perita en arquitectura. Crece el hotel en su interior, agigantándose a lo largo de sus seis plantas donde su obra adquiere el esplendor que tan justa fama le ha dado. Fue, les recordaba antes, el primer hotel de España en integrar los aseos en las habitaciones. La hermosa vidriera del hall central por donde se filtra una acogedora luz se ha convertido en el símbolo del Hotel Carlton a lo largo del tiempo.

Digamos que en la conjunción de todos los valores exhibidos a lo largo de los años, halló el Gobierno Vasco motivos para declararlo Monumento arquitectónico, histórico y cultural en el año 1995.

El Hotel Carlton ha sido testigo de importantes acontecimientos sociales y culturales ocurridos en la historia contemporánea del País Vasco. El hoy conocido como el Salón Luis García Campos fue el centro de debates y operaciones del Gobierno vasco en el año 1936, cuando José Antonio Aguirre ejercía de lehendakari. Como curiosidad, en dicho salón se conserva la única cristalera salvada, además, aún se conservan la mesa presidencial y dos de sus sillas. Una segunda huella son las escaleras de la entrada principal del hotel desde la Plaza Moyúa, en las que se pueden apreciar los respiraderos que aún perduran del que fuera el búnker que albergaba al ejecutivo.

Volvamos al hall ovalado o, como también se le conoce, al Salón La Cristalera, con una gran cúpula acristalada mencionada anteriormente y diseñada también por Manuel María Smith. Aseguran las crónicas que esta cristalera se realizó con vidrio traído especialmente de Boston. La construcción se llevó a cabo en 1925 y en el año 2007 fue reformada por la misma empresa que la confeccionó. El Hotel Carlton cuenta por tanto con una de las dos cúpulas más grandes de España. Todo un lujo más.

El hotel da respuesta al ritmo y a los bolsillos tan oscilantes de esta época. Es lo acorde a su tiempo. Sin embargo, existen rincones de interior que tocan los cielos de Bilbao con sus manos. Les hablo, cómo no, de la suite Imperial, que ocupa más de doscientos metros cuadrados en la última planta y está enteramente rodeada por balcones que dan a la plaza Elíptica. Allí se han alojado actores como Jeremy Irons, John Malkovich, Pierce Brosnan (protagonista de 007) o famosos como Paris Hilton, así como personalidades de toda índole que han pasado por la ciudad a lo largo de todo un siglo y que buscaron en el hotel la esencia de la ciudad.