La película "Eduardo Manostijeras" de Tim Burton cumple ahora tres décadas, una cinta considerada por algunos críticos como la obra cumbre del cineasta en la que dio una vuelta de tuerca al mito de Frankestein y habló de la intolerancia a través de ese joven creado artificialmente que tiene tijeras en vez de manos.

"Eduardo Manostijeras" nació de la idea de un dibujo creado por un adolescente Burton: "Era una imagen que me gustaba mucho. Me vino inconscientemente y estaba unida al concepto de un personaje que quiere tocar las cosas pero no puede. Un personaje que es, al mismo tiempo, creador y destructor. Una imagen que surgió siendo adolescente, cuando era incapaz de comunicarme con el mundo exterior", indicó Burton cuando se estrenó la cinta.

En una biografía firmada por el periodista y crítico francés Aurélien Ferenczi, Burton recordaba cómo, "al hacerse mayor, la tolerancia no es el sentimiento más común, al menos en Estados Unidos. Desde el primer día de la escuela nos clasifican, un tío listo, un buen deportista, un niño raro y otro normal".

"Eduardo Manostijeras" fue una lección contra esa clasificación que en muchos casos genera intransigencia. Una venganza contra el fanatismo, como el que sufre su protagonista por ser diferente.

La película nació con mal pie. Tras el éxito de "Batman" un año antes, la Warner Bros deseaba agrandar y rentabilizar al máximo ese botín de taquilla con el propio Burton, pero el complejo y poliédrico director tenía en mente su proyecto. La Warner rechazó de plano "Eduardo Manostijeras", pero pronto encontró acomodo en la 20th Century Fox gracias al empeño de Scott Rudin, un atípico productor que le dio total libertad para llevar adelante el proyecto.

Tim Burton tenía claro desde que rodó "Bitelchús" (Beetle Juice, 1988) que, para narrar su historia, quería contar con Caroline Thompson, una escritora y guionista tan rara como él y con la que luego escribiría también "Pesadilla antes de navidad" y "La novia cadáver".

Del mismo, también quería contar con su maestro, el actor Vincent Price que interpreta al creador de Edward, un papel escrito ex profeso para él. Y aunque débil y enfermo de un cáncer de pulmón, encarnó a este extravagante personaje, un amable sabio loco.

Contratadas las dos actrices principales de la película, Winona Ryder que interpreta a Kim, la joven hija de la que se enamora Manostijeras, y Diane Wiest, que con una sutil y renovada elegancia da vida a la vendedora de productos Avon que descubre y despierta a la "bestia", la dificultad era encontrar al protagonista de la película.

La 20th Century Fox puso sobre la mesa nombres como Tom Cruise, Jim Carrey, Robert Downey Jr. o Tom Hanks, que rechazó el papel por empezar el rodaje de "Las hoguera de las vanidades", e icluso Michael Jackson se autopostuló, interesado por el guión. Pero el elegido fue Johnny Depp.

Tim Burton había puesto los ojos en Depp cuando encandilaba a adolescentes en la serie televisiva "21 Jump Street". El joven actor de 26 años, que por aquella época se debatía entre la actuación y la música rock, encajaba como un guante de seda en ese excéntrico papel que representaba al cien por cien su propia rebeldía. Su inconformismo.

Los que preveían una relación pasajera entre director y actor por dos personalidades tan acusadas como parecidas erraron el tiro ya que prácticamente la mitad de la filmografía de Burton está protagonizada por Depp y el actor siempre está a disposición del director, pese a que su fama y caché han variado notablemente desde ese primer papel.

Rodada en Lakeland, Florida, y no en su ciudad natal, Burbank, donde Burton siempre había imaginado situarla, "Eduardo Manostijeras" pasa de la fantasía a la comedia y del enredo al drama sin solución de continuidad, pero en cada uno de esos estados siempre subyace una historia de amor.