SE acercaba el Quinto Centenario de lo que se ha denominado el Descubrimiento de América y el reportero y aventurero navarro Miguel De la Quadra-Salcedo impulsó Aventura 92, un concurso televisivo con pruebas culturales y deportivas al que en su primer año televisivo, en 1988, dio cobijo el programa Por la mañana de Jesús Hermida y después se independizó manteniendo el horario matinal y el nombre de Aventura 92. Pasado aquel año fetiche, se rebautizó como La Ruta Quetzal.

Estaba en juego un viaje-aventura hacia América para los más de 200 escolares de 16 y 17 años mejor clasificados en las pruebas previas televisadas que viajarían junto a otros tantos chavales de otra treintena de países en un buque escuela que inicialmente fue el J.J. Sister, el mismo donde TVE grabó la escapada marítima por el Atlántico, unos años antes, del infantil Sabadabadá, y que para la ocasión fue rebautizado como Guanahaní, el barco de Aventura 92.

El programa, que contaba con el patrocinio de Banesto y Banco Central primero, y BBVA y Argentaria después, para hacer frente a su elevado coste, tenía como tradición iniciarse el 3 de agosto, compartiendo la fecha en la que Cristóbal Colón zarpó en busca de nuevas tierras, y había sido declarado de interés mundial por la Unesco en el ámbito de la Educación y la Cultura.

Fue la de Hermida, con sus juegos y pruebas físicas muchos días presentadas por el hoy político Toni Cantó, la etapa más divertida de este concurso cultural que después dio un giro hacia un programa más estático y reposado con preguntas culturales a cargo de Inka Martí, Verónica Mengod o Emma Ozores, que fueron las presentadores de otras tantas etapas de este concurso escolar veraniego, que intentó resucitar, televisivamente hablando, claro está, Félix Monclús y Mónica Albert con nuevas pruebas físicas que devolvieran algo de emoción.

El proyecto, que había nacido en 1979, se mantuvo durante más de treinta ediciones, no todas ellas a la vera de la televisión, replicando distintos viajes históricos capitaneados por el propio De la Quadra-Salcedo, un maestro de excepción para más de 10.000 chavales que disfrutaron a su lado de esta aventura de unión entre dos continentes, pero también para millones de personas que siguieron los programas de televisión, primero con forma de concurso en La 1 y después de documental en La 2.

Hoy, que las televisiones vacían sus parrillas en verano como un desierto sin oasis, cuesta imaginar que durante años dieran cobijo a un programa que cambiaría la vida de tantos chavales, hoy adultos.