El modelo televisivo imperante permite la coexistencia de empresas de titularidad pública y privada en régimen concesional y en los últimos veinte años se ha concentrado la explotación de las cadenas privadas en dos poderosos grupos, Atresmedia y Mediaset que dominan el negocio publicitario y recogen excelentes frutos de la explotación comercial.

Los medios tienen su perfil ideológico y cada tele produce la actualidad con diversos enfoques, propios de una sociedad de libre concurrencia que hace de la pluralidad seña de identidad, y en el caso de las públicas se conforman equipos directivos acorde con mayorías parlamentarias.

El mapa de las teles públicas en el Estado tiene que ver con la configuración de los territorios autonómicos y está recogida en la ley de los terceros canales que permite su creación y existencia, con el añadido del cuarto canal que habilita a nuestra EITB.

La acusación de politización en las públicas se basa en el supuesto control político del Gobierno sobre nombramientos, tipos de programas, orientación de los mismos, escaletas de contenidos y otras circunstancias. En el caso de RTVE, la cosa está más liada por un concurso público convocado para elegir al Presidente y que seguirá vacante a la espera del necesario acuerdo político para elegir al más idóneo con casi un centenar de aspirantes al trono mediático. Y en esa situación de interinidad, esté follón de dimisiones y ceses. A perro flaco todo son pulgas.