Pere Cervantes, escritor barcelonés que llegó a ser Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la UE en Bosnia-Herzegovina, y con una amplia experiencia policial, sobre todo en la lucha contra el cibercrimen y la pornografía infantil, dice con humor que es el último mohicano de las promociones editoriales. El coronavirus ha hecho añicos la presentación de libros, como tantas otras cosas, pero él estuvo en Bilbao el pasado 11 de marzo, tres días antes de que se decretara el confinamiento. “Estoy encantado de hacer las entrevistas cara a cara, pero me parece que ya esta es la última”, decía. “A partir de ahora, videoconferencia o llamada telefónica”. Es un amante nostálgico de las salas de cine, esos lugares a los que fue con su madre de chico y donde dio sus primeros besos. Para él, el cine de plataformas es televisión y no cine, porque asocia éste a una pantalla grande y al ritual de acudir a una sala.

Hablemos de El chico de las bobinas. ¿Cómo es?

Es novela negra, de espionaje, costumbrista, pero sobre todo es un homenaje.

Un homenaje a las salas de cine más que al cine en sí mismo, ¿no?

Es que haciendo un homenaje a las salas de cine creo que también se hace a todo el universo de películas que nos han acompañado durante nuestra vida. Soy muy cinéfilo y tengo formación como guionista cinematográfico.

¿Por qué este homenaje?

Es una deuda constante que tiene la literatura con el cine, con esos lugares donde se ven las películas, y más antes que ahora, cuando hay otros medios.

Salas que atesoraron ilusiones?

Y que también fueron refugios en tiempos negros. En esas salas se permitió soñar cuando fuera era imposible hacerlo porque la realidad que imperaba era mucho más dura. Y no eran solo un refugio para personas adultas, lo fueron también para los niños.

Se va usted hasta 1945, un año histórico con el final de la Segunda Guerra Mundial y una España inmersa en la posguerra. ¿Por qué ese año?

Porque el contexto me facilitaba mucho las cosas. ¿Por qué en la posguerra? Es que es justo cuando el cine nos dio más. Ahora el cine te lo dan Netflix o la plataforma que sea, pero en la posguerra el cine lo era todo para una sociedad maltrecha y rota. Además, cuando empecé con el proceso de documentación me encontré con sorpresas muy agradables. No conocía los detalles de la Metro Goldwyn Mayer en Barcelona y fui descubriendo cosas que casaban perfectamente, a modo histórico, para la narración que quería hacer.

Abunda usted mucho en la posguerra barcelonesa, ¿fue excepcional?

Para mí sí, pero porque es mi ciudad y el lugar que más he investigado. Supongo que otros dirán lo mismo de zonas diferentes de España. La posguerra en Barcelona fue un caldo de cultivo para el espionaje. Había una colonia nazi escondida y protegida por el franquismo.

¿Cómo se presenta usted, como guionista de cine o como escritor?

Soy guionista de formación, pero me he tirado más hacia la literatura. He tenido muchos problemas para trabajar como guionista, porque el mundo del cine es muy jodido. Lograr que un proyecto salga adelante y que un guion se convierta en película es tremendamente difícil, así que como me ha sonreído más la literatura, me he agarrado a ella.

¿Ha apartado al guionista que lleva dentro?

No. Que me dedique al mundo editorial no quita para que mi forma de estructurar, de hacer escaletas y de construir los diálogos, sea propia de un guionista.

¿Nunca le han propuesto llevar sus novelas al cine?

Lo que sí que me he llevado con el tema de las adaptaciones es varios disgustos. Para adaptar La soledad de las ballenas teníamos la ayuda del Inca (Instituto de Cine Argentino), pero el señor Macri (expresidente argentino) nos quitó la ayuda. Disgustos como ese he tenido varios, así que ya está decidido, yo escribo novelas y si algún cineasta quiere adaptarlas, pues ya veremos.

Vivir solo de la literatura siempre ha sido complicado, ¿es usted uno de esos escritores a los que los libros les permiten pagar facturas y comer?

Ya me gustaría. Tú lo has dicho, es muy complicado y vas a rachas. A lo mejor una novela te ayuda durante uno o dos años, pero otras no. Me imagino que eso existe también en el periodismo actual, y cuantas más cosas hagas, mejor: talleres literarios, conferencias, formación, etc, etc? El arte es incertidumbre, lo es ahora y lo ha sido siempre.

¿Por qué escribe usted?

Ante todo soy un lector y un amante de la literatura y del cine. Si me das a elegir, antes lector que escritor, lo que ocurre es que debido a mi afición y a mi atracción por la lectura desde pequeño, llega un momento en el que te animas y tienes necesidad de contar y de articular historias.

¿Escribir cambia la forma de ver la lectura?

Cambia todos los prismas de tu vida y no eres el mismo lector. Te conviertes en un analista de cada una de las lecturas que haces.

¿Algo que puede impedir el disfrute?

Lo que ocurre es que te hace más selectivo. Es cierto que si te conviertes en escritor o en guionista la has fastidiado para siempre, y ya no lees un libro o ves una peli de la misma forma que antes. No tienes la relajación que tenías, esa que te permitía llegar al disfrute absoluto cuando una historia te enganchaba. Yo escribo por una necesidad vital y tardía. Soy lector desde los cinco o seis años, pero escritor profesional desde los 29.

¿Y qué hizo hasta que se decidió a convertirse en un profesional de la escritura?

Estaba desnortado. Para mí el sistema de educación es nefasto, y cuando tenía 18 años, las carreras eran las de siempre: Derecho, Periodismo, Filología?

Pero hizo Derecho.

Sí, en su momento hice Derecho, pero no había esa carrera que me llevará al cine o la literatura. Eso es lo que me llevó a vagar durante nueve años sin saber muy bien lo que quería ser.

Ha dicho que ahora el cine se impone a través de Netflix u otras plataformas. ¿Quiere decir que el cine es para verlo solo en salas?

Sí. La palabra cine conlleva un respeto. Te lleva a un templo sagrado, a un tiempo especial que tú le dedicas a una historia. Es vestirte, elegir la película y la sala, comprar la entrada y sentarte inmerso en un ambiente diferente.

Las plataformas están haciendo muchas películas para verlas exclusivamente en casa y ya no van a las salas. ¿Qué es para usted ese mercado audiovisual?

Para mí, las plataformas no son cine, por mucho que la pantalla de mi casa o de la tuya sean enormes. Para mí el cine es un ritual. Ha habido salas de cine de mi barrio en Barcelona que forman parte de mi vida, desde que era niño hasta ahora. A ellas he ido de la mano de mi madre, de la mano de una novieta, en una sala de esas di mi primer beso de adolescente y he terminado en ellas yendo de la mano con mi hijo. Esas salas de cine albergan muchas historias particulares, tienen una gran riqueza de emociones y cada vez que un cine cierra, a mí se me caen las lágrimas, sobre todo si es uno que conozco.

Se ha producido un debate entre los cineastas que trabajan para el cine más convencional, el de los circuitos de salas cinematográficas, y aquellos que se han decantado por las plataformas o que combinan ambas fórmulas. Parece que la discusión está entre la nostalgia y la realidad.

Sí, tienes razón. Cuando digo que para mí las salas de cine son templos sagrados es porque estás hablando con un tipo nostálgico. Si me dices que me vas a dar el último disco de U2 y nos lo descargamos, lo voy a escuchar, pero si me das un vinilo, es un ritual. ¿Netflix? ¿HBO? ¿Movistar+? Por supuesto que sí, son plataformas que te dan muchas ventajas.

¿Pero?

No vayamos a equivocarnos, también hay muchos intereses económicos.

Diga un sector que no se mueva por intereses económicos.

Tienes razón, pero que un director se vaya a una de estas plataformas tiene un motivo, el económico. No creo que se vayan a las plataformas porque tengan una magia por encima del cine.

¿Es usted televisivo?

Veo poco la tele; algún programa de literatura, informativos?

¿Página 2 en La 2?

Ese no me lo pierdo nunca, es una joya, un programa bello. Para mí, es un espacio que demuestra que los programas de libros no son aburridos. Me encanta. También tuve una época muy de series y veo alguna, pero hace poco tiempo me he dado de alta en Filmin y he vuelto al cine.

Pero visto en una televisión.

Sí. Yo no digo que no vea cine en televisión, nunca diría eso, porque he visto mucho cine en casa. Lo que digo es que no se deje de ir a las salas. Y volviendo a las series, me gusta el género negro y que no se alarguen.

¿Alguna en especial?

Ray Donovan.

Pues corta no es, porque tiene siete temporadas.

Sí, pero es magistral. El problema de algunas series es la abundancia de temporadas. Hay una española, Hierro, de Movistar+, que me parece muy buena, y lamentablemente van a hacer la segunda temporada.