bilbao - Es Díaz, un empresario herreño que para demostrar su inocencia se salta una legalidad que le coloca la etiqueta de culpable del asesinato del novio de su hija. El cadáver aparece el día que se va a celebrar el matrimonio. Todas las pruebas circunstanciales le señalan, pero el personaje que interpreta Darío Grandinetti está empeñado en mantener un cara a cara con Candela, la jueza de instrucción destinada en El Hierro, para convencerla de que no ha tenido nada que ver con el crimen que investiga. Tras una larga carrera en su país, reconoce que su pasaporte de calidad se lo dio el trabajar con Pedro Almodóvar en la película que ganó el Oscar, Hable con ellas.

El Hierro es una isla con unas características que no se ajustan exactamente a lo que se considera un lugar de vacaciones. ¿Cómo ha sido la experiencia?

-Gratificante, muy gratificante en lo laboral y en lo personal. Se armó para esta serie un grupo de trabajo muy sólido. No solo fue rodaje, nos divertimos y nos lo pasamos muy bien, no todo fue trabajar y trabajar. Es una isla mágica, tiene una belleza impresionante.

Una isla que desconcierta.

-Cambia mucho en muy poco espacio, el clima y el paisaje son cambiantes. Durante el tiempo que ha durado el rodaje de Hierro, esta isla me ha tenido muy deslumbrado.

¿Es el lugar ideal para cometer un asesinato?

-El lugar adecuado para cometer un asesinato es cualquier esquina, solo hacen falta los motivos y las circunstancias que lo justifiquen, por decirlo de alguna forma. El Hierro tiene un ambiente y un clima ideal para crear un thriller. Es un lugar que dentro de esta historia se ha convertido en un protagonista más. Pero una isla no es el lugar más fácil para un asesinato, es difícil para huir de ella, sobre todo de ésta.

Su personaje, Díaz, nace como un presunto culpable desde el principio de esta historia.

-Díaz es un villano creíble. Es un hombre oscuro, pero con él se genera empatía. El espectador enseguida se dará cuenta de cuál es la verdad...

¿Que no es culpable?

-Vea todo el trabajo que se toma para demostrar que no es el culpable, quiere demostrar su inocencia. Lo más rico para mí como actor es que el camino que recorre mi personaje para demostrar su inocencia es un camino bastante plagado de ilegalidad. Puede que esa ilegalidad se somatice y cada uno pueda elegir viendo a Díaz, un personaje de distintos colores, aunque siempre sea el mismo.

Un crimen en una isla del tamaño de la de El Hierro tiene que ser muy diferente al que se produce en otros lugares.

-Todo se magnifica. Es un trozo de tierra en medio del mar, aislado, con una comunidad muy cerrada y todo se vive en un mundo de pasión que nada tiene que ver con una gran ciudad. Todo se magnifica mucho.

¿Qué sintió cuando llegó a sus manos la historia?

-Cuando te llega un nuevo proyecto lo miras como un trabajo más. Al profundizar en ella, me pareció que tenía prioridad absoluta hacerla. Era una serie muy original, no era una historia al uso? El eje central es un crimen, la historia arranca con esa circunstancia. Pero no era un crimen más en un thriller, era ver cómo influía ese crimen en todos y cada uno de los personajes.

Es lo que suele pasar en todas las series con un crimen protagonizando la historia.

-Es algo más, es el ambiente, es cómo se desenvuelven los personajes, cómo se distribuyen las circunstancias y cómo impregnan cada rincón de la isla. No es una simple cadena de hechos que se van produciendo y uno como espectador intuye de qué manera va modificando a los personajes. No es una intuición. Minuto a minuto, vemos la modificación, vemos el recorrido que hacen los personajes. Es un thriller al estilo escandinavo, en esos lugares sombríos y húmedos, pero también en otros muy agrestes y secos. Es una historia que, como las nórdicas, está muy influenciada por el clima y el ambiente.

Los escenarios de esta serie han estado centrados en la isla, no han salido de ella. ¿No han sentido una sensación claustrofóbica?

-La verdad es que no. ¿Claustrofobia? No, nunca. Me adapté muy bien, no me gustan las ciudades grandes, no me costó demasiado, tampoco tenía necesidad de irme, lo que sí hacían los míos era venir a verme y pude traerme a mis hijas. No sufrí mucho en la isla y nunca de manera claustrofóbica.

El suyo es un personaje transgresor enfrentado a Candela, una jueza muy particular y con un carácter que hace temblar al más duro. ¿Cómo se lleva?

-Muy bien. Los actores preferimos hacer estos personajes, son personajes menos lineales que el bueno de siempre.

¿No le gusta ser el bueno?

-No siempre. Por lo general, los héroes de la televisión me resultan muy lineales, de un solo color. Debo decir que el personaje de Candela no es el de un héroe; el mío, mucho menos. Ella es la protagonista y es una mujer con fuerza, una mujer con problemas, una mujer tan real que te la puedes encontrar en la calle. Es una serie que está muy bien escrita y, por lo tanto, si es una historia bien escrita, uno como actor se lleva muy bien con su personaje. Este es un oficio que nosotros hacemos porque nos gusta, ser actor es un acto elegido, entramos en contradicción cuando no estamos de acuerdo con lo que nos toca actuar.

Supongo que no es el caso de ‘Hierro’.

-Por supuesto que no. Estoy muy contento y muy conforme con cómo se hizo y con el resultado final.

Más de 40 años en el mundo de la interpretación?

-Empecé muy joven, comencé en el teatro y me atrapó meterme a hacer a personajes que no eran como yo, que a veces estaban muy lejos de mí, pero yo me colaba dentro de ellos.

¿No tuvo ninguna manera de escabullirse de esa pasión por meterse en vidas ajenas?

-Nunca sé cómo responder a esta pregunta. En mi caso nunca tuve una vocación infantil por hacer teatro o televisión, eso que escucho a algunos colegas y que dicen que creen saber desde los 5 o los 6 años que van a ser actores o actrices, bailarines o cantantes.

¿Lo suyo fue una vocación tardía?

-No tanto. Hasta que empecé a tomar clases de teatro en Rosario (Argentina) yo quería jugar al fútbol.

Una profesión bastante más rentable.

-Según hasta dónde llegues y para algunos. Podría haberme escaqueado de la actuación, pero hubo un momento en el que tuve que elegir, y elegí la interpretación porque había empezado a gustarme mucho, también sentía que me resultaba más cómodo.

¿Por ejemplo?

-Dejaba de hacer cosas que para mí eran sacrificadas. Con el fútbol había que acostarse pronto.

¿Un ave nocturna?

-Según en qué momentos lo he sido. Ser futbolista era no salir de noche, no fumar, no beber? Todas esas cosas que un deportista no puede hacer.

Todas esas cosas que no hacen los que llevan una vida sana, ¿no?

-Ja, ja, ja? Y aburrida. Todas esas cosas que a un actor de teatro le vienen muy bien.

¿La vida golfa?

-La vida, sin más. El disfrute te da mucha experiencia y muchas experiencias, experiencias que vienen muy bien en este trabajo.

¿Por qué abandona Argentina?

-No es exactamente un abandono. Comencé a hacer coproducciones con España que se rodaban en Argentina. La primera película española que yo rodé fue Hable con ella y?

Almodóvar entró en su vida.

-Sí, y a partir de ahí todo fue cuesta abajo. Fue un camino mucho más fácil. A veces el trabajo de actor es subir y subir muchas cuestas, es fatigoso. Almodóvar es una carta de presentación inigualable.

Sobre todo porque con ‘Hable con ellas’, Almodóvar ganó un Oscar.

-También. Aun así, trabajar con él significa que estás trabajando con un director importante, que alguien como Almodóvar confíe en ti genera una cadena de confianza de otros directores. Si Pedro dice que este actor o esta actriz son buenos, mucha gente se lo cree.

Ha hecho mucho cine y también mucha televisión, ¿se siente más a gusto en un medio que en otro?

-La forma de hacer televisión ahora se parece mucho al cine, yo me siento muy cómodo con series como Hierro. Estoy muy a gusto porque se manejan las mismas claves que en el cine.

¿Cómo lleva su carrera teatral?

-Me escapo a ella cuando puedo y también me escapo de ella. Hacer teatro en mi país significa que tienes que quedarte a hacer la función el tiempo que dure la temporada, que si funciona tan bien como lo que uno aspira, puede ser tan larga que te pasas mucho tiempo sin poder hacer otra cosa. Hoy en día, no tengo tantas ganas de pasarme uno o dos años haciendo la misma obra de teatro. Sobre todo, porque no ha aparecido nada que me apasione tanto como para dejarlo todo por el teatro.

¿Ha tenido muchos altibajos a lo largo de estos más de 40 años de profesión?

-Es muy inestable. Nuestros contratos siempre son por tres meses, no más. Después de eso llegan las esperas, las incertidumbres, el no saber qué va a ser de ti. He tenido parones, pero nunca tan largos como para llegar a plantearme cambiar de oficio, aunque alguno sí que ha sido angustiante.