Naturaleza asomando en cada rincón, un estilo de vida calmado, actividades al aire libre y buena mesa. En un mundo que apremia, estas cuatro islas más o menos cercanas invitan a pulsar “pause” y entregarse al momento presente. Los siguientes destinos proponen una forma de viajar más lenta, que busca conectar desde la consciencia y celebrar la grandeza de lo simple: un paseo por la orilla del mar, una copa de vino al atardecer, un chapuzón en aguas cristalinas o el sol brillando sobre monumentos milenarios que narran su propia historia.
Île d’Yeu (Francia):
Con apenas unos 23,32 km² de superficie, esta isla que se baña en el Atlántico parece haberse congelado en el tiempo. Su diversidad de paisajes se refleja en sus playas salvajes de arena fina, costas rocosas, casas con coloridas contraventanas, calas, frondosos bosques y senderos para recorrer a pie o en bicicleta. De este enclave destacan el Viejo Castillo, encaramado al borde de un acantilado, el Gran Faro, el puerto de Joinville -ideal para degustar marisco y pescado frescos- y la capilla de La Meule, un pequeño templo que vela por los marineros locales cuando salen a faenar.
Su tradición pesquera comparte espacio con las evidencias de su pasado prehistórico, y es que la Insula Oya (así se denominaba la isla en la antigüedad) todavía conserva las huellas de la ocupación humana que tuvo lugar en la Edad de Piedra, como por ejemplo los menhires y dólmenes repartidos por el territorio. El ambiente relajado de la isla se complementa con una interesante oferta de actividades al aire libre, entre las que sobresalen el senderismo, el paddle surf, la pesca o los paseos en kayak. ¿El verdadero lujo de estar en Île d’Yeu? Abrazar la sencillez y moverse sin prisa, sea cual sea el plan.
Bozcaada (Turquía)
Como una puerta que se abre hacia el estrecho de los Dardanelos en pleno Egeo turco, esta isla de poco más de 3000 habitantes constituye un refugio costero al margen de las rutas turísticas más populares. Por sus callejuelas empedradas todavía resuenan los ecos de los días en que formaba parte de los Imperios griego, persa, romano y bizantino. El horizonte de Bozcaada está presidido por un antiguo castillo de origen veneciano que ha sufrido varias reconstrucciones desde su fundación.
Actualmente, este conjunto posee un recinto amurallado, una sala de artillería, los restos de una antigua mezquita y una colección de objetos históricos. La siguiente parada es el Monasterio ortodoxo griego de Aya Paraskevi, que ofrece unas espectaculares vistas a la playa de Ayazma. Aunque para postales icónicas la de Göztepe, que es el punto más alto de la isla y permite admirar molinos de viento, islas y viñedos desplegándose en todas direcciones.
Asimismo, uno de los elementos identitarios de Bozcaada es su tradición vitivinícola, que se remonta a más de 3.000 años. Imprescindible aprovechar la escapada para degustar los vinos tintos y blancos que se elaboran con uvas autóctonas, como Karalahna, Çavu, Kuntra y Vasilaki.
São Jorge (Azores)
La llaman “Isla del Dragón Dormido”, y es que su aspecto asombra ya desde el aire por su similitud con cierta criatura mitológica. Precisamente, su orografía estrecha y alargada le otorga un aspecto casi “vertical”, con acantilados verdes y negruzcos derritiéndose en dirección al mar.
Otra de sus características es su agrupación de más de 40 fajãs o planicies costeras dispersas por toda la isla. Estas formaciones son, precisamente, uno de los mayores atractivos que se pueden visitar en São Jorge, como es el caso de la hermosa Fajã do Ouvidor. Se encuentra a escasos minutos de Poça Simão Dias, unas charcas naturales de color turquesa rodeadas de columnas basálticas.
El broche a este paisaje costero se lo ponen los islotes de Rosais y Topo. Este último, además, está reconocido como reserva natural y concentra una gran diversidad de aves marinas y ejemplares de flora endémica del archipiélago de las Azores.
El Hierro (Canarias)
Es difícil olvidarse del origen volcánico de esta isla cuando hay tantos espacios que te lo recuerdan: acantilados, campos de lava, cuevas, piscinas excavadas en roca, restos de erupciones… Una parte significativa de esta belleza se esconde en el extremo norte, concretamente en el Parque Rural de Frontera y la zona de El Golfo, localizaciones de ensueño para pasear entre laurisilva.
A pesar de que no abundan las playas de arena, sí que existen varias piscinas naturales impresionantes, como El Charco Azul, la del Tamaduste o La Maceta. Igualmente, El Hierro es un destino obligatorio para los amantes del buceo, gracias a fondos marinos como los de La Restinga, en los que habitan meros, tortugas, mantas y otras tantas especies. Y un hito más: El Hierro ha logrado ser la primera isla 100% autosuficiente y abastecerse a través de la fuerza de los vientos alisios, convirtiéndose así en todo un referente en materia de sostenibilidad a nivel mundial.