La vida de Malmoe ha estado marcada siempre por su condición de puerto sureño de Suecia, frente a un grupo de islas que siempre han delimitado el Mar del Norte del Mar Báltico. Su estratégica situación ya fue descubierta por los vikingos, que eran auténticos magos de la navegación. A lo largo de la historia, esta ciudad situada a muy corta distancia de Dinamarca, ha sido punto de referencia marina. Ahora, transformada en aras de la modernidad, sigue ejerciendo su hegemonía en la Europa escandinava. Y el 7 de mayo será la sede de Eurovisión 2024.

Eurovisión discutida

La elección de Malmoe como sede del Festival de Eurovisión 2024 ha sido bastante discutida en Suecia. Es la tercera vez que lo acoge y por muy buenos recuerdos que dejaron las ediciones de 1992 y 2013 hay voces locales que han apuntado hacia otros lugares del país. 

La vecina Gotenburgo, que dobla en habitantes a Malmoe, por ejemplo, se ha quedado en puertas y sus vecinos están de uñas. En algún otro punto, incluso, se pensó en hacer un nuevo pabellón para acoger el Eurofestival, pero todo ha sido inútil ante las facilidades dadas por la ciudad elegida y las características de su Malmoe-Arena –con aforo para 15.500 personas–, donde se va a celebrar.

Uniendo orillas

Es la primera vez que cruzo el estrecho de Öresund utilizando esa maravilla de la ingeniería que es el puente que acerca con extraordinaria inmediatez Coopenhague, la capital de Dinamarca, con el puerto sueco de Malmoe. Son casi ocho kilómetros que unen las dos costas por carretera y por tren; una vía va por la zona superior y la otra por la inferior. Les aseguro que hacerlo en coche, surcando el mar, es una experiencia inolvidable. No me extraña que tanto daneses como suecos se refieran al Öresundsbron con el respeto que merece una obra de arte.

“Esta distancia fue cubierta por numerosos barcos, pesqueros sobre todo, que, durante la II Guerra Mundial, trasladaban clandestinamente a perseguidos de la ocupada Dinamarca a la neutral Suecia. En realidad, entre los dos países ha existido siempre una relación de hermandad que se pierde en los tiempos. En la época contemporánea siempre se habló de unir las dos costas mediante un puente cuyo trazado inicial fue muy discutido hasta que finalmente se dio con el ideal y, como ve, es un hecho desde su inauguración el 1 de julio de 2000”, me dice Johannes, el guía. 

El puente de Oresund. Cedida

El puente en cuestión tiene una longitud de 7.845 metros y se eleva 57 metros sobre el nivel del agua. La distancia más larga entre las columnas que lo aguantan es de 490 metros. Cruzarlo en coche cuesta 61 euros. Hacerlo en tren por la vía que discurre bajo la calzada supone una hora de trayecto sin paradas. “El servicio que prestan estas dos vías es incuestionable desde todos los puntos que se mire. Hay daneses que trabajan diariamente en Suecia y viceversa. La distancia y la comodidad son dos aspectos que tanto los habitantes de un país como del otro valoramos en extremo”.

Un dicho está de moda en Malmoe: “Hay muchas formas de entrar en Suecia, pero la forma ideal es a través del Öresundsbron”.

La zona templada de Suecia

Malmoe forma parte de la región de Escania, una gran llanura caracterizada por onduladas colinas de vivos colores, bosques de tilos, encinas y abedules, una larga playa de arena blanca y una temperatura considerada templada para la que gastan por Laponia, en el extremo norte. Puede pensar quien me lea –y acierta–, que esta zona sueca ha sido siempre favorecida por el turismo interno y, en general, por los buscadores de tranquilidad y romanticismo. 

El castillo de Malmoe. Cedida

“La mayor parte de los suecos buscamos el rayo de sol. En cuanto aparece el astro-rey hay tendencia a pillarlo, tanto en la terraza de una cafetería como en la playa que, por estar próxima al centro de la ciudad, se abarrota, sobre todo en la época comprendida entre junio y agosto, cuando las aguas están templadas. En broma se le suele llamar la Copacabana del norte, tal vez con el deseo de tener con nosotros el ambiente solariego de las costas brasileiras”, apunta Johannes.

Dispuesto a mostrarme la ciudad, el guía me sitúa en la Sodergatan, posiblemente la arteria más bulliciosa; una larga calle peatonal donde se encuentra la Apoteket Lejonet, una de las farmacias más famosas de Suecia. Esta es la zona más comercial y dinámica de Malmoe. Rodeada por un canal, divide en dos lo que podríamos denominar parte histórica. Vamos, el corazón de la city, donde se sitúa la plaza mayor con el espectacular edificio del Ayuntamiento y la estatua de Karl X Gustavo, un rey al que los suecos le tienen un gran aprecio por haber recuperado la provincia de Escania a los daneses en 1658. 

Justamente detrás del Ayuntamiento se puede ver la iglesia de San Pedro, curioso edificio coronado por altas agujas que fue construido en el siglo XIV siguiendo las tradicionales normas de la época: ladrillo rojo y tejado de cobre azulado

Tack y Skall, primeras palabras

A mi admiración por el lugar le sigue un “aún no has visto nada” que me dice el guía plenamente convencido, y a fe que debo darle la razón, cuando me lleva a Lilla Torg, una inmediata plaza mucho más recoleta que parece salida de un cuento de hadas. Sus coloridas casas medievales de madera le proporcionan un encanto extraordinario. Es el lugar ideal para, en verano, sentarte en una de las muchas terrazas, charlar y hacer planes. 

Una de las zonas de mejor ambiente bohemio en los atardeceres de Malmoe es Mello Yello. Pedimos cerveza y observo que a cualquier comentario el camarero nos responde con un ceremonioso tack que lo repite una y otra vez. Así aprendo la primera palabra en sueco: Gracias. La segunda llegará a continuación con el skall del brindis que, huelga decir, es el equivalente de nuestro salud o topa.

“Malmoe tiene en la actualidad una población cercana a los 300.000 habitantes. A pesar de que siempre ha sido una ciudad muy cosmopolita, en la década de 1970 sufrió una gran crisis que obligó a nuestras autoridades a tomar una drástica decisión. Todos teníamos claro que nuestro amado puerto ya resultaba obsoleto en muchos aspectos y que había que aprovechar la inmediata vecindad de Dinamarca para dinamizar la ciudad. Así se puso en marcha el viejo proyecto de unir Coopenhague con Malmoe mediante un puente que ha sido el mayor éxito en mucho tiempo. Y en cuanto al puerto…”. Johannes me invita a seguirle. 

Calatrava, la estrella

La parte sur del puerto se ha transformado en la zona más moderna y chic de la ciudad donde viviendas de modernísima arquitectura rodean al Turning Torso, un edificio blanco de 190 metros de altura y 54 pisos construido por Santiago Calatrava, uno de los proyectos arquitectónicos más comentados en los últimos años en Europa y que se ha convertido en el símbolo de Malmoe.

Da la impresión de que se trata de una torre formada por nueve grandes cubos que ha sido retorcida desde la base a la cima. “Es la construcción más alta de Escandinavia y en 2005 se le dio el premio al mejor edificio de viviendas del mundo. Y todo esto se levanta en la parte oeste de lo que fue el viejo puerto”.

A lo largo del tiempo, esta ciudad se ha ganado a pulso un notable prestigio dentro del mundo de las letras y las artes. Los seguidores del escritor Henning Mankell tratan de identificar los escenarios del comisario Wallander, protagonista de su popular serie de novelas. En sus teatros trabajaron Greta Garbo, Ingrid Bergman, Ingrid Thulin, Max von Sydow…

“Mi hermana se llama Viveca en honor a la actriz Viveca Lindfors, toda una leyenda en Suecia… Sí, aquí hay mucha afición al cine y al teatro. El descubrimiento a nivel mundial de Ingmar Bergman fue todo un suceso”, me indica Johannes. 

Gastronomía

El barrio Möllevangen es el lugar ideal de Malmoe para hablar de alimentación. Cada mañana se monta en él el mayor mercado de frutas y verduras de Escandinavia. Las granjas de la región compiten ofreciendo sus mejores productos. En las inmediaciones, en Salvhallen y bajo techo, encontramos no sólo carne y sobre todo pescado, sino todo tipo de delicias gastronómicas de exóticas cocinas orientales y africanas.

Como sugerencia, en Malmoe no se pueden perder los arenques. Nadie en el mundo los prepara mejor que los suecos. De una forma u otra, pero es sorprendente que un pescado de pobre aspecto adquiera los extraordinarios sabores que aquí le dan merced a salsas y escabeches cuyas recetas se remontan siglos atrás. Degustar esta delicia no significa menospreciar otras, como la anguila y el salmón ahumados.

El cangrejo es su gran competidor, hasta el punto de que el mes de agosto se adueña de todas las mesas suecas. Los cuecen con hinojo para comerlos ya fríos en una especie de festejo nacional llamado Kräftor. Ese mes parece que los suecos acabarán con la especie. La degustación, según la tradición, se acompaña con snaps: un trago por cada pata que tiene el animal. Hay quien la sigue al pie de la letra.