UN hombre y una mujer en pleno divorcio se ven obligados a buscar a un hijo al que nunca han querido. De hecho, tardan dos días en darse cuenta de que el niño ha desaparecido. Tal vez llevado al límite, pero esta es la crítica en forma de largometraje que el cineasta ruso Andrey Zvyagintev pega a sus compatriotas y país, donde el capitalismo ha absorbido por completo todo. Si bien el director ubica la acción en Moscú, ese egoísmo individual se extrapola a otros tantos países.
Smartphones, obsesionarse con un puesto de trabajo mejor o relaciones sin amor son el marco de Sin amor, el último proyecto de Zvyagintev, al que Putin ya puso en su punto de mira con Leviatán (2014), una denuncia a la corrupción en el gobierno ruso. Pero Zvyagintev ha seguido a lo suyo, y si con Leviatán se llevó el Premio de Jurado en Cannes, con Sin amor lo ha vuelto a ganar. “Me acusaron de ser antirruso por criticar al país donde nací, pero soy un ciudadano de un país llamado Cinematografía”, afirma. Su último reconocimiento, la nominación al Oscar de Mejor película extranjera.
En Sin amor, Andrey Zvyagintev plantea un frío drama donde una pareja atraviesa un divorcio para poder comenzar sus vidas de nuevo, pero hay algo que todavía les une: su hijo Aliosha. Ambos pelean por la custodia, pero para que se la lleve el otro, ya que no quieren al niño en su futuro idealizado. Así, Aliosha se convierte en un muñeco de trapo que padre y madre se lanzan entre sí... hasta que desaparece.
deshumanización total “Hoy en día nadie piensa en nadie”, critica Zvyagintev, a la par que reconoce que se inspiró en la serie Secretos de un matrimonio, de Ingmar Bergman, para escribir el guion del filme junto a Oleg Negin. Y cuando Aliosha desaparece, sus padres no tienen más remedio que unir fuerzas y tratar de encontrarlo, con la ayuda y colaboración de sus vecinos, organizados en batidas. Porque el filme también recoge otra crítica hacia Rusia y los policías no harán mucho por encontrar a Aliosha, a diferencia de la gente de a pie.
De hecho, esta colaboración anónima brilla en el vacío largometraje del cineasta ruso. “La única forma de salir de esta tremenda indiferencia es dedicarse a otros, incluso si son extraños, como hace el coordinador del grupo de búsqueda del niño. Solo así puede uno luchar contra la deshumanización y la confusión del mundo actual”, afirma Zvyagintev.
Precisamente, confusión y soledad es lo que experimenta Aliosha durante los primeros minutos del metraje, ignorado por sus padres y retrasando como puede su llegada a casa, a sabiendas de que nadie le espera. Y cuando desaparece, el filme sube en intensidad y ritmo, desatando una búsqueda en vastos parajes poblados de nieve y árboles desnudos.
“No volveré a cometer los mismos errores y empezaré de cero, piensan las personas que culpan a otras de sus fracasos. Pero solo es posible cambiarse a sí mismo. Entonces, el mundo que nos rodea volverá a brillar”, concluye el director.