bilbao - Adrián Lastra es un actor que arriesgó mucho hace años para poder estar sobre un escenario. Estrena obra hoy en el teatro Arriaga, El discurso del Rey. Mientras tanto, en la serie Velvet seguirá enamorado de Rita, el personaje que le da réplica en la serie de Antena 3 a Pedro. No le agota combinar teatro y televisión, sino todo lo contrario, se siente muy agradecido de poder hacer personajes que puedan llegar a los espectadores

¿Cómo lleva grabar y a la par, los fines de semana, estar al pie del cañón en el teatro?

-Agradecido. La gente siempre dice que es una paliza estar grabando la serie y tener que hacer teatro a la vez. Lo llevo bien porque estoy muy acostumbrado a hacer teatro musical y a compaginarlo con series.

Es mucho más duro el teatro musical, ¿no?

-Físicamente bastante más que el teatro. Por eso, no lo llevo nada mal.

Interpreta a un personaje tartamudo en ‘El discurso del Rey’. ¿Hace esta característica del habla más difícil su actuación?

-Es un papel complicado, pero no por el hecho de la tartamudez. Lo difícil es empezar la obra y acabarla con todo el arco que puede tener ese personaje. Tiene aristas que son complicadas, sobre todo para no caer en una parodia.

La obra va bien en los teatros a nivel de taquilla y en ‘Velvet’, la serie de Antena 3, ha empezado triunfando en audiencias.

-El estreno de la tercera temporada es líder de audiencia. Es una serie que gusta, sobre todo por las tramas de los protagonistas, Miguel Ángel (Silvestre) y Paula (Echevarría). Es una historia de príncipes y princesas tratada con mucho amor.

¿Crecerá Pedro, su personaje, en esta tercera temporada?

-Estoy super contento de cómo está. Pedro ha crecido mucho desde el principio, pero sin Cecilia (Freire), mi compañera, Pedro no existiría.

Tiene entre manos dos personajes de ficción de época. ¿Cómo se siente con ellos?

-Muy bien. En julio, estaba con la obra de teatro, la serie y una película. En ella, hacía un personaje de hoy en día. Siempre he dicho que los actores somos niños pequeños que nos metemos en la piel de otra persona: te ponen un parche y eres un pirata y cuando te ponen un bastón, te conviertes en un cojo.

¿Qué características tienen para usted los personajes de época?

-Otra forma de ser, otra forma de vivir, otra forma de expresarse, de sentir, de tocar o de mirar. Tener la oportunidad de hacer dos personajes como estos, uno de los años 20 y otro de los 60, está muy bien. Preparar estos papeles es como recibir clases de interpretación todos los días. Para mí, cada función es un mundo.

¿Es cómoda la ropa que lleva?

-Sí, el traje diplomático que llevo en El discurso del Rey es algo que cuando te lo pones por primera vez impacta. Choca verte así, pero quizá más a mi familia cuando me vio por primera vez vestido de rey. Lo que quiero es que cuando se vea la función se piense que soy un rey de Inglaterra de los años 20 y 30. Con Pedro me pasa lo mismo, no puedo ser el Adrián del siglo XXI, soy el chico de los años 60. Los personajes deben ser creíbles.

¿Vamos a notar muchas diferencias entre la función de teatro y la película?

-Es otro punto de vista. Estamos contando la historia con otras reglas, las reglas del teatro. Sobre las tablas siempre tiene que haber una verdad, como en el cine, pero multiplicada por dos; el público de la fila doce no va a ver una lágrima, pero sí puede sentir la emoción que tú expresas.

¿Qué más diferencias tiene?

-Sobre todo a nivel de escenografía. En el teatro no tenemos campos, ni aviones, ni abadías, ni palacios. Tenemos tres paneles rojos, seis sillas y un trono. Jugamos con la desnudez de los personajes. La gente que vaya a ver la obra verá seis personajes sin salir de escena durante dos horas, contando una historia de diez años.

¿Tendrá qué hacer el público un ejercicio exhaustivo de imaginación?

-No creo. Habrá que hacer que la gente se crea que está ahora en una abadía, ahora en una fiesta. Pero lo que la gente tiene que creerse es que El discurso del Rey es una historia real y que los personajes son de verdad.

¿Cuántos años lleva en esta profesión?

-La primera vez que me subí a un escenario tenía 17 años. Hice un popurrí de musicales, pero profesionalmente, cuando empecé a ganarme la vida como actor, fue a los 19, con el grupo de La década prodigiosa. Dos años más tarde, empecé a hacer teatro musical.

Cantar, bailar e interpretar; un tres en uno agotador, ¿no?

-Hay una parte de cansancio físico y otra de cansancio psicológico porque son tres disciplinas distintas que hay que cubrir de la mejor forma posible. El público tiene que ver a un cantante, a un bailarín y a un actor que tiene que cubrir bien las tres disciplinas. El musical Hoy no me puedo levantar, por ejemplo, tenía una duración de cuatro horas y media, mucho más que cualquier obra de teatro.

¿Qué prefiere?

-Un buen texto, pero el teatro musical me ha servido de mucho en esta profesión. Te acostumbras a muchas horas, puedes tener cuatro horas por delante en el escenario, pero antes de salir tienes una hora de preparación. Hay que tener en cuenta que la preparación física en un musical es mucho más heavy que la que se requiere en teatro convencional, en cine o en televisión.