Bilbao - Las comisarías de la capital vizcaina han dejado constancia de que la primera madrugada del año se saldó con numerosos robos de smartphones. Hasta la fecha, la Ertzaintza ha tramitado 38 denuncias por sustracciones de teléfono móvil ocurridas en Nochevieja, 35 de ellas por hurto y otras tres por robo con violencia o intimidación. Paralelamente, la Policía Municipal de la villa ha registrado ocho denuncias más asociadas a la misma celebración, en la que los ciudadanos toman la calle para festejar el año nuevo. De hecho, desde el Ayuntamiento de Bilbao ya alertaron de que en estas fechas aumentan este tipo de delitos, ya que los amigos de lo ajeno aprovechan las grandes aglomeraciones para realizar hurtos al descuido. Aunque no todas las sustracciones se cometen aprovechando distracciones.

El padre de una víctima relata cómo durante la madrugada del 1 de enero, sobre las 5.30 horas, su hijo fue abordado por otros cinco jóvenes -algunos de ellos menores de edad- en la confluencia de las calles Licenciado Poza y José María Escuza. Al joven que caminaba solo le requirieron un cigarro que no pudo proporcionarles, ya que no fuma. Ante su negativa, el grupo exigió que les entregara su teléfono móvil, demanda a la que el joven tuvo que acceder, intimidado por encontrarse en clara inferioridad numérica. Tras interponer la denuncia, la víctima acudió el martes a solicitar el duplicado de tarjeta de su terminal a un establecimiento de telefonía, en el que se encontró con varias personas en su misma situación.

Tiendas de telefonía En la céntrica calle de Buenos Aires, donde se concentran varias tiendas de telefonía móvil, esta semana hablan de robos de smartphone casi con el mismo conocimiento que en una comisaría. “Estos días nos han llegado tres personas diferentes diciendo que durante la Nochevieja les robaron en la plaza del Arriaga”, relata una de las trabajadoras de Movistar, quien puntualiza que las sustracciones de móviles “son incluso más comunes en Bilbao que en Madrid”. De hecho, indica que los robos no solo se producen de noche, sino que muchos clientes afirman haber sido víctimas de los cacos mientras caminaban por la calle a plena luz del día en lugares tan transitados como las inmediaciones de El Corte Inglés. “Algunos afirman que les han quitado el teléfono de las manos, mientras iban hablando”, relatan en la tienda.

A escasos metros, en el establecimiento de Orange, Ana puntualiza que hay dos perfiles de víctimas. Por una parte, están las personas de mediana edad a quienes “habitualmente” roban los aparatos durante el día. Y por otra, los jóvenes a los que les suelen sustraer el teléfono en un contexto de fiesta. En muchos de estos casos, el hurto ni siquiera se comete con intimidación o violencia, sino que les retiran el terminal del bolsillo trasero del pantalón, donde los adolescentes acostumbran a llevarlo. “Los jóvenes suelen alardear de los teléfonos, muchos son de gama alta, además”, explica esta trabajadora que lleva más de ocho años dedicándose al sector de la telefonía móvil. Cada vez más, señala, se dan casos de clientes a los que les han robado después de que los sigan desde el metro, donde previamente les han visto utilizando un teléfono.

“Después de cada evento en el que hay grandes aglomeraciones de gente, como en Aste Nagusia o Santo Tomás, solemos tramitar muchos duplicados de tarjeta”, explican a su vez desde la tienda The Phone House de la calle Ercilla. Es más, tras la primera jornada de las fiestas más populares de Bilbao recuerdan que llegaron a gestionar 13 solicitudes. Durante la Navidad, afirman que la avalancha de solicitudes no es tan salvaje, aunque admiten que ellos solo atienden a clientes con “teléfonos que están asegurados”.

De hecho, cada vez más gente se plantea garantizar su smartphone en vista del precio de salida que alcanzan estos artefactos en el mercado. Aunque la media se sitúa alrededor de los 300 euros, los aparatos de última generación pueden llegar a alcanzar más de 1.000 euros, por encima incluso del coste de un ordenador portátil. Por eso, no es de extrañar que los teléfonos móviles se hayan convertido en los últimos años en el oscuro objeto de deseo de los cacos.