CON el rabo entre las patas, algo más de peso y muy sucia. Así volvió el pasado lunes Kira a manos de sus dueños un mes después de que les fuera robada del interior de su coche en Bilbao. Benji Cuquejo y Laura Cortés ya casi habían perdido la esperanza de encontrarla. Su hija Iraide, de 9 años, prefería no hablar de ella para hacerlo más llevadero. Pero recibieron una llamada y se produjo el reencuentro. La familia que la había comprado se enteró por una cuñada de que la estaban buscando a través de las redes sociales y decidió devolverla. “El recibimiento fue muy emocionante. Kira se ha hecho famosa en La Peña”, dice Laura, aunque la perra no lo sabe y se resiste a posar en el photocall.
El disgusto, rebobina Benji, fue morrocotudo. La perra, una mini pinscher que está a punto de cumplir 3 años, viajaba en el maletero del coche, dentro de su transportín. Iban al ambulatorio de Doctor Areilza. Aparcaron y Laura e Iraide se adelantaron, mientras Benji, confiado, fue a sacar el tique de la OTA sin cerrar con llave y se unió a ellas. Al regresar del médico se percataron de que su mascota había desaparecido. “Fue un palo muy grande. La niña rompió a llorar desconsoladísima: Aita, ¿dónde está? Que no está la perra”, relata su padre recreando la voz compungida de su hija.
Tras dar “una vuelta a lo loco” con su coche tratando de localizarla, interpusieron una denuncia y empezaron a difundir su foto por las redes sociales. Esa misma noche, una chica llamó a Benji para decirle que había visto en Alameda Urquijo un transportín de tela rojo con el fondo negro y una manta de colores. No había duda, era el de Kira.
Desde entonces, Benji no paró de buscarla. Lo mismo por Rekalde que por Basurto. Lo mismo por El Peñascal que por Otxarkoaga. Incluso por Ezkerraldea. “Me decían por las redes: Oye, hay un chico que sale por las noches con una perra como la tuya. Digo: Jo, igual puede ser. Pues venga, salía a las nueve o diez y empezaba a dar vueltas por ahí. Pero nada, muy frustrante”, señala.
Al menos se sentía arropado por los amantes de los animales, que le asesoraban sobre las páginas en las que colgar su llamamiento. “Es una gozada. Estoy encantado. Toda la gente que me ha ayudado no tiene precio”, subraya, agradecido. No se ha sentido apoyado, en cambio, por la Policía. “No me han ayudado en nada, es como si me hubieran robado una maceta”, protesta Benji, que solicitó, en vano, que se revisaran las imágenes de las videocámaras instaladas en el tramo donde apareció el transportín. “Me dijo la Policía Municipal que por esa zona había muchos robos al descuido de móviles o bolsos en las terrazas”, señala.
La caseta de Kira, en la cocina del domicilio familiar, ha permanecido todo este tiempo intacta. “Aunque pensábamos que ya no iba a parecer, la teníamos ahí por si acaso”, confiesa Laura. En el día a día la han echado a cada rato en falta. “Entrábamos en la cocina: Ay, que no está la perra. Te ibas a la cama: ¿He sacado a la perra? Uy, si no está...”, relata. Lo que viene a ser un vacío irremplazable. “Nos habían dicho: Pues vais y cogéis otra, pero no queremos otra, queremos a nuestra perra. La tenemos desde pequeña y la coges mogollón de cariño. Es como un miembro más de la familia”, explica Laura, mientras Kira corretea por el parque, ahora olisqueando a un perro, ahora ladrándole a otro.
Las dos primeras semanas “removieron cielo y tierra” por encontrarla. Últimamente, reconocen, los ánimos ya flaqueaban. “Pensábamos que se la habían quedado para crías o que se la podía haber llevado alguien de fuera en Semana Santa”, señalan. Iraide no la daba del todo por perdida, aunque a veces le invadiera la tristeza. “El día de la madre nos hizo el desayuno. Cuando se levantó su padre, estaba en la cocina llorando. Ella no quería hablar de la perra, pero de vez en cuando echaba su lagrimilla”, cuenta Laura.
Iraide se quedó en shock Los ojos se les volvieron a empañar a los tres el pasado lunes, pero esta vez de alegría. Benji recibió una llamada. Otra de tantas, pensó. Un chico de Otxarkoaga le dijo que hacía tres días había comprado en la calle una perra a un desconocido y que creía que era la suya. “Andaban buscando un perro para su hija, vieron que tenía muy buen porte, le ofrecieron 100 euros al chico y se la vendió”, detalla algo extrañado porque “solo el transportín valía más que eso” y un ejemplar de esta raza, “conocida como el doberman mini”, cuesta entre 600 y 800 euros.
Benji acudió solo a la cita. “¡Como me he llevado tantos disgustos...!”, suspira. Según vio a Kira acercarse, la emoción se le anudó en la garganta. “No podía casi decir nada. Se quedó mirándome. Siempre tiene la cola tiesa y me extrañó que la tuviera metida, como asustada. Le dije: Kira, bonita, ¿qué pasa? y se me tiró encima”, describe, los ojos brillantes hablando por sí solos. “El chaval me dijo que pensaba pedirme los papeles de la perra o la denuncia para cerciorarse de que era mía, pero que solo viendo su actitud ya no había mucho más que hablar. Estamos agradecidísimos por su gesto”, explica Benji, que le reembolsó el dinero a modo de gratificación.
Cuando Laura recibió la foto de Benji con Kira en casa se puso a llorar. A Iraide le reservaron la sorpresa, pero al llegar sus amiguitas ya le estaban esperando en el portal. “Les dije: Subid, que os voy a enseñar una cosa. Y me dice Iraide: Ama, estás loca. Entramos y se quedó en shock. Cogió a la perra y miraba a todos como diciendo: Pero ¿qué pasa, que ya lo sabíais? Estuvimos ahí con todo el mundo... un festín”, cuenta Laura, que trabaja en un bar en Juan de Ajuriaguerra y ya había tenido que contar “40 veces la historia”. “Todos nos dicen que hemos tenido mucha suerte. Han sido buena gente porque se la podrían haber quedado”.
Sucia y maloliente, Kira fue de cabeza a la bañera. “Le dimos dos jabonadas”, apunta Laura, que la nota algo más parada. “Está bien, pero antes estaba más activa y ahora está mucho metida en su casa. Cuando he ido a la cocina a desayunar y la he llamado, se ha asustado. Al llegar de trabajar, estaba como triste, pero ya se le pasará...”, confía. Desde luego, en la hierba, las orejas y el rabo hacia el cielo, se la ve feliz. Y a sus dueños, lametazo por aquí, achuchón por allá, no digamos. Benji explica una vez más la odisea a un vecino del barrio. Kira, como buena celebrity, debería haber convocado una rueda de prensa, aunque a veces salga movida en las fotos.