Aunque en el siglo XVII aparecen personajes como Peter Cornelius Plockboy y John Bellers que empiezan a precisar, tanto en sus ideas como en sus obras, las características del sistema cooperativo, no es hasta un siglo después cuando este movimiento empieza a coger fuerza, especialmente gracias a dos destacados ideólogos como Robert Owen y Charles Fourier.

No obstante, no fue hasta el siglo XIX cuando arranca de manera efectiva el movimiento cooperativo. Concretamente, el 24 de octubre de 1844 en Inglaterra, cuando un grupo de 28 trabajadores (entre ellas una mujer) de la industria textil de la ciudad de Rochdale, que se habían quedado sin empleo tras una huelga, decidieron constituir una empresa que se bautizó con el nombre de Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale. Para ponerla en marcha, cada uno de ellos aportó 28 peniques. Además, se dotaron de una serie de normas que se presentaron ante la Cámara de los Comunes del Reino Unido y que fueron el germen de los principios cooperativos.

En el caso de Euskadi, tuvieron que pasar varias décadas hasta que el cooperativismo hizo sus primeras apariciones. Fue a finales del siglo XIX, cuando surgieron en Bizkaia las primeras cooperativas de consumo, estrechamente vinculadas con el incipiente movimiento siderúrgico que empezaba a ver la luz. Así, en 1884 nació la Sociedad Cooperativa de Obreros de Barakaldo, considerada como la primera cooperativa de consumo de Euskadi. El nacimiento, en 1901, de Altos Hornos de Vizcaya, surgida tras la fusión de varias empresas siderometalúrgicas, fue el detonante definitivo para la eclosión de un buen número cooperativas de consumo.

En Araba, ya en 1886 se había constituido la Cooperativa La Unión Obrera de Araya, formada por obreros de la Fábrica de Hierro, Ferrería y Talleres de Herraje de Araya. Mientras, en Gipuzkoa el origen del movimiento cooperativista se sitúa en Ermua en 1887. Varios años más tarde, en 1920, surgió en Eibar la primera manifestación del cooperativismo de trabajo asociado, con el nacimiento del grupo industrial metalúrgico Alfa.

El embrión de Corporación Mondragon

Además de surgir en los núcleos industriales, también la Iglesia Católica jugó un papel relevante en la creación de cooperativas, tanto durante los inicios del movimiento como a posteriori. Especialmente relevante fue el papel jugado por el sacerdote José María Arizmendiarreta, considerado como el artífice del movimiento cooperativista vasco. Este párroco fundó en 1956, junto a cinco jóvenes procedentes de la Escuela Profesional de Mondragón, la cooperativa ULGOR. Ese fue el embrión del que más tarde sería Corporación Mondragon, buque insignia del movimiento cooperativista en Euskadi.

En el caso de Nafarroa, el cooperativismo llegó a la comunidad foral a principios del siglo XX. Al igual que en Euskadi, también en este caso el clero jugó un papel importante en el movimiento cooperativista. Y es que fueron dos párrocos, Victoriano Flamarique y Antonino Yoldi, los que iniciaron el cooperativismo en tierras navarras. Mientras en Euskadi el movimiento estuvo protagonizado por las cooperativas de consumo, en Nafarroa las protagonistas en estos inicios -en este caso ya a principios del siglo XX- fueron las cooperativas de crédito y agrícolas.

Olite y Ujué fueron el epicentro de las primeras cooperativas navarras, con el nacimiento de Caja Rural, Cooperativa Harinera, Cooperativa de Abonos, Electra-Caja Rural, Cosecheros Reunidos o Bodega Cooperativa Olitense. Desde entonces, y tras haber vivido épocas de crecimiento y otras de crisis, actualmente el cooperativismo agropecuario navarro, que aglutina varios sectores productivos del espacio agroganadero, sigue teniendo un peso importante en la economía de Nafarroa.