La piel es uno de los primeros órganos en envejecer. La disminución del grosor y de la vascularización de la dermis producen en las personas mayores flacidez e hipotermia. Los cambios en la estructura y resistencia de la piel que presenta la población geriátrica favorecen la aparición de lesiones. La piel se debilita y se suman factores de riesgo como caídas, fricción, encamamiento e incontinencia, que pueden agravar la situación.

Esther Barrena y Leticia Eguiluz IMQ Igurco

Así, se puede hablar de lesiones asociadas a la dependencia

Lesiones por humedad: piel con inflamación, en la que se produce una erosión, normalmente sin profundidad, en la que se da una pérdida de las capas superficiales.

Lesiones por fricción: lesión localizada en la piel provocada por el roce del paciente con una superficie paralela.

Lesiones por presión: las úlceras por presión (UPP), heridas crónicas que afectan a la piel y a los tejidos blandos, produciendo isquemia (falta de riego en la zona) y necrosis (muerte) celular.

Lesiones combinadas: humedad-fricción; fricción-presión; presión-humedad; y multifactoriales.

Factores de riesgo

Se pueden citar: incontinencia, mantenimiento prolongado de las posturas, alteraciones de la circulación periférica, estado nutricional deficiente y uso de materiales que favorecen el acúmulo de humedad. Una vez identificados estos factores de riesgo, se puede desarrollar un plan de cuidados de la piel individualizado y continuado en el tiempo. 

Estos cuidados implican mantener la viabilidad de la piel del paciente, cerciorarse de que esté limpia, aliviar la presión capilar de la piel y asegurar el correcto estado nutricional. El abordaje global e interdisciplinar, junto con el uso de películas-barrera siliconadas, ha mejorado el confort y evolución de las lesiones y ha reducido el tiempo de cura.

Medidas preventivas

La prevención es, sin duda, la mejor decisión. Se ha de examinar la piel a diario, en especial, la que recubre las prominencias óseas.

Higiene personal: es importante presentar atención a la temperatura del agua, el jabón (pH neutro), un correcto secado y la posterior hidratación. El aseo corporal alivia el dolor, la rigidez articular y reduce las molestias que puede producir la piel seca.

Higiene postural: se deben programar los cambios posturales de manera individualizada y dependiendo de la valoración del riesgo del paciente. Es importante realizar los cambios posturales cada dos o tres horas a los pacientes encamados, siguiendo una rotación programada e individualizada.

Alimentación correcta: es importante contar con un estudio individualizado y adaptado a las necesidades nutritivas y limitaciones del paciente. Se debe incrementar el aporte proteico de la dieta y se ha de favorecer un adecuado consumo de agua (de 6 a 8 vasos al día).

Dispositivos para aliviar la presión: la redistribución de la presión del cuerpo sobre la superficie en la que se apoya es el factor más importante para prevenir las UPP y esto se puede conseguir mediante el uso de colchones y cojines antiescaras.

Aplicación de ácidos grasos hiperoxigenados: están indicados para la prevención y tratamiento de los eritemas cutáneos de apoyo.

Localizaciones más frecuentes

• Decúbito supino (boca arriba): occipital, escápulas, codos, sacro, coxis, talones, dedos de pies.

 • Decúbito lateral: pabellón auricular, acromion, costillas, trocánter, crestas ilíacas, cóndilos (rodilla), tibias, maléolos tibiales, dedos/lateral del pie.

• Decúbito prono (boca abajo): frente, pómulos, pabellón auricular, pechos, crestas, ilíacas, pubis, genitales (en los hombres), rodillas, y dedos de los pies.

• Sedestación (sentado): occipital, escápulas, codos, sacro y tuberosidades isquiáticas, subglúteos, huecos poplíteos y talones.

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