Seguro que más de una vez has tenido la extraña sensación de entrar muy decidido a una habitación o de plantarte delante de la puerta de un armario o de la nevera y de repente no tener ni idea de qué es lo que ibas a hacer o a buscar allí.

Aunque es algo muy habitual, tal vez no sepas que tiene nombre: se conoce como el efecto entrada, puerta o umbral y consiste en un error en nuestros procesos de atención que se produce en el momento justo en el que cruzamos el umbral de la puerta de una habitación. Pues bien, según la ciencia la culpa es de la puerta, pero tu cerebro también tiene buena parte de responsabilidad.

El cerebro sufre muchos fallos en la atención y el simple hecho de pasar de un escenario a otro puede suponer una distracción a la hora de consolidar la información que tenemos en mente. Es habitual que ocurra si estamos pensando en muchas cosas a la vez.

De esta forma, si estamos en el salón y vamos por ejemplo a la habitación a coger unas gafas de sol puede que nuestra mente se focalice en ese nuevo escenario y nos venga a la cabeza la ropa que hay en el armario, los zapatos que guardamos en cajas bajo la cama o los collares que cuelgan sobre el sifonier, de forma que ya somos incapaces de recordar para qué habíamos ido hasta allí.

Una mujer mira dentro de su armario sin saber bien qué busca. Freepik

Cambio de contexto

Un trabajo realizado en 2011 por el doctor Gabriel Radvansky de la Universidad de Notre Dame concluye que el cerebro organiza la información con un orden jerárquico, de forma que borra continuamente datos para procesar otros nuevos.

Al cruzar una puerta y pasar de una estancia a otra, el cerebro interpreta un cambio de contexto de forma que sitúa de pronto toda la atención en el nuevo escenario y desecha lo que llevaba en mente hasta entonces porque ya no es una prioridad. A nuestro cerebro le resulta más fácil reunir información y recordarla en el mismo lugar en el que codificó por primera vez ese recuerdo.

La principal forma de evitar que nos ocurra este efecto puerta es mejorar nuestra atención, evitar pensar en muchas cosas a la vez y focalizar nuestra mente en eso que queremos buscar o hacer. De esa forma será más difícil que olvidemos nuestro objetivo. Habitualmente vamos con el piloto automático y es muy fácil que nos distraigamos con nuevos estímulos.

Si mientras vas a coger las gafas de sol estás pensando que tienes que apagar el lavavajillas, cerrar la ventana de la habitación, coger el abrigo, cerciorarte de que se quedan todas las luces apagadas además de no olvidarte de la nevera con la comida y, cómo no, de las llaves tampoco es extraño que seas incapaz de recordar que lo que ibas a coger era las gafas de sol.

Memoria a corto plazo


  • Estrés. Reduce la capacidad de atención de lo que sucede a tu alrededor.
  • Alimentación. Una dieta saludable cuida del buen funcionamiento de tu cerebro, vital para los recuerdos y la memoria a corto plazo.
  • Estados de ánimo. Un cerebro que recibe muchos estímulos se vuelve olvidadizo y estados de ánimo como la tristeza, el enfado o la alegría pueden causar fallos en la memoria a corto plazo y disminuir la capacidad de procesar cualquier información.
  • Falta de sueño. Los recuerdos se almacenan en el cerebro durante el sueño. Por lo tanto, para que nuestra memoria funcione bien debemos dormir las 8 horas recomendadas para entrar en las etapas profundas del sueño.