¿Es bueno decir siempre la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Desde pequeños se nos inculca el valor de la sinceridad y se nos dice que mentir está mal. Pues bien, es cierto que la sinceridad es una virtud, pero mal entendida puede estar sobrevalorada. No es necesario decir siempre todo lo que uno piensa, sin ningún tipo de filtro ni sensibilidad, ya que nuestras palabras pueden causar un daño innecesario y podemos caer en el sincericidio.

¿Y qué es el sincericidio? Es una sinceridad excesiva y sin límites que resulta hiriente para la otra persona. Supone ser honesto sin tener en cuenta los sentimientos ni los deseos del otro, sin ningún tipo de empatía. Además, mientras la sinceridad es una verdad necesaria y constructiva, el sincericidio es un mensaje inútil que no aporta nada positivo. 

Debemos tener en cuenta que el hecho de que una verdad sea buena para nosotros no quiere decir que vaya a ser buena para los demás. Por eso, a veces lo más inteligente es recurrir a las mentiras piadosas, aquellas mentirijillas que suponen más bien no decir la verdad, que no es exactamente lo mismo que mentir.

Un joven hace una confesión a su amigo mientras mira el móvil. Freepik

"Yo digo las cosas a la cara"

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase "Yo siempre digo las cosas a la cara"? Pues bien, si no tenemos cuidado es fácil que caigamos en el sincericidio: lo hacemos cuando la verdad hace sufrir al otro, no aporta ningún valor y nadie te la ha pedido; cuando la otra persona no está preparada psicológicamente para saber la verdad o cuando no se da el momento ni el lugar adecuado para comunicar esa información.

No podemos decir las cosas a bocajarro y sumarnos al dicho de que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad'. Nuestro cerebro nos brinda la oportunidad de ocultar la verdad o de maquillarla con el fin de controlar su impacto. Sin embargo, bajo los efectos del alcohol o como consecuencia de la inmadurez de la infancia, estos sistemas cerebrales de censura e inhibición se relajan y pierden esa capacidad. 

Si caemos en un exceso de sinceridad con las personas que nos rodean, nuestras relaciones sociales se acabarán viendo afectadas por mucho que lo que digamos sea la verdad. Habrá cosas que por su intrascendencia nos las guardaremos para nosotros y otras, las que debamos comunicar sí o sí, lo haremos con sensibilidad y a su debido tiempo.

Sin embargo, ser sincero tampoco tiene por qué ser siempre negativo y no podemos caer en el otro extremo, el de mentir para no herir a la otra persona. Debemos valorar si es realmente necesario que la otra persona sepa la verdad y si es así se la comunicaremos, pero de forma inteligente, con sensibilidad y buscando el momento adecuado.

Comunicar es un acto de responsabilidad, así que se trata de ser sincero con los demás sin hacer daño. Además, decir la verdad con tacto es un arte que no está al alcance de todos y que, sin embargo, a todo el mundo le vendría bien cultivar.

Una mujer no quiere escuchar lo que le dice su amiga. Freepik

Evitar el sincericidio


  • No compartir la información si no aporta nada o causa daño.
  • Comprobar que la otra persona está preparada y va a poder gestionarla
  • Buscar el momento y el lugar adecuados.
  • Ponterte en el lugar del otro y valorar cómo te sentirías tú. 
  • Analizar qué buscas al transmitir la información.
  • Ser respetuoso, responsable y prudente y buscar las palabras adecuadas.
  • Recurrir al "yo pienso", "me da la sensación"... y no emitir juicios de valor. 
  • No maquillar la verdad a tu favor.