La importancia de las revisiones oftalmológicas periódicas para prevenir la retinopatía diabética, una enfermedad de la retina y principal causa de ceguera entre los 20 y los 65 años en los países industrializados es una de las recomendaciones que los oftalmólogos con motivo del Día Mundial de la Diabetes, el pasado lunes.

Un mal control de los niveles de glucosa y el tiempo de evolución de la propia diabetes son los factores de riesgo más importantes de esta enfermedad. El primer factor de riesgo de este problema ocular es padecer diabetes, tanto tipo 1 como tipo 2, de forma prolongada en el tiempo. Además, el mal control metabólico de estos pacientes influye en su desarrollo y evolución, pues un peor control de los niveles de glucosa hace que aparezca antes e incluso pueda ser más grave. Además, otros factores que pueden incrementar el riesgo son la presión arterial alta, colesterol alto, embarazo o consumo de tabaco.

En los primeros estadios de la enfermedad el paciente puede no manifestar síntomas, pero si la patología evoluciona pueden aparecer manchas oscuras en el campo visual o incluso un edema macular, siendo la causa más frecuente de perdida de visión en pacientes con diabetes. “Esto hace imprescindible y obligatoria la revisión periódica del fondo de ojo del paciente con diabetes, antes de que la enfermedad avance tanto y haya pérdida de visión. Los pacientes diagnosticados de diabetes tipo 2 deberán realizarse un examen cuanto antes, mientras que los pacientes con diabetes tipo 1 una prueba a los 5 años de su diagnóstico”, explica la doctora Marta S. Figueroa, directora de la Unidad de Retina de Clínica Baviera.

Además, a medida que hay una progresión de la retinopatía, pueden aparecer otros síntomas como visión borrosa y fluctuante o dificultad para percibir los colores.

Para su diagnóstico, el oftalmólogo realizará un estudio de fondo de ojo con dilatación de la pupila y una Tomografía de Coherencia Óptica (OCT), que ofrece información del tamaño, la localización, el volumen de la exudación y las capas de la retina afectadas. En ocasiones se aconseja realizar una angiografía con fluoresceína, pero en la mayor parte los casos esta prueba se sustituye por una angiografía con OCT que tiene la ventaja de estudiar los vasos de la retina sin necesidad de usar un colorante.

Una vez diagnosticados, los pacientes deberán revisar cada seis meses si la retinopatía diabética es moderada, y cada cuatro meses si hay un riesgo mayor. En caso de que la detección se produzca en las fases más tempranas de la enfermedad, será necesario llevar un control metabólico exhaustivo, para lo que es importante la colaboración entre el oftalmólogo y el diabetólogo. Si hay complicaciones como el edema macular o vasos anormales, primero se emplearán fármacos antiangiogénicos que se administran mediante inyecciones intraoculares. En casos más avanzados, será necesaria la cirugía, llamada vitrectomía, una microcirugía que consiste en la realización de pequeñas incisiones que permiten una rápida recuperación.