No es difícil sorprenderse ante las informaciones que nos llegan de Corea del Norte, un país hermético, muy difícil de visitar y en el que se controla todo lo que puede entrar y no entrar por sus fronteras reales y digitales. Las estrictas normas que impone Kim Jong-un a sus ciudadanos, las prohibiciones, la censura y las sanciones están a la orden del día, pero la población se enfrenta estos días a las mayores restricciones conocidas.

Porque el país norcoreano ha prohibido divertirse durante una semana. Así, como suena. Lo hace en homenaje al padre del actual líder supremo, Kim Jong-il, que falleció el 17 de diciembre de 2011 tras haber sido el máximo dirigente desde 1994. Para conmemorar el aniversario de su muerte, se exige a todos los habitantes que guarden un respetuoso y solemne luto, pero llevado a su máxima expresión.

Queda prohibida cualquier situación que pueda ser asociada a la diversión o a la celebración, como beber alcohol, festejar un cumpleaños, hablar alto, cantar o realizar declaraciones sobre el Gobierno. Además, se restringe en gran medida la movilidad dentro del país.

Homenajes obligatorios

Junto a ello se multiplican los actos de homenaje al padre del actual líder supremo: las banderas ondean a media asta, la televisión gubernamental emite documentales sobre las hazañas de Kim Jong-il y los ciudadanos están obligados a asistir a actos conmemorativos al aire libre, aunque las temperaturas estén bajo cero.