CON el brazo escayolado y todo, la pequeña Irati de 5 años no se pierde sus clases semanales de danza clásica. “Ama, yo no puedo dejar de ir a bailar”. Eso fue lo primero que le transmitió a sus padres cuando tras una caída le inmovilizaron el brazo. “De mayor quiero ser bailarina”, confiesa mientras realiza un ejercicio en una de las clases que imparten en el estudio de ballet clásico de Teresa González Ardanaz, en Bilbao. No es a la única a la que la danza le ha robado el corazón desde su más tierna infancia. Irati comparte clase con otras 17 niñas que ahora juegan a ser bailarinas bajo las directrices de las profesoras Garazi y Alazne. Imitan mediante la creatividad los diferentes movimientos que realizan los animales, una explosión de fuegos artificiales... Saltan, gritan, ríen... “Tan pequeñas no puedes pegarles a una barra. Aunque les enseñes lo que es un pliés, la mejor manera de introducirles en este mundo es jugando”, apunta la bailarina profesional Teresa González Ardanaz. Lo cierto es que Candela, Ainara, Celia, Lola, Teresa, Aiala, June, Arena, Daniela, Inés, Enma, Aitana, Amaia, María, Sara, Elena y Adela disfrutan de este hermoso arte que requiere de muchísimo esfuerzo y preparación. Al igual que Nagore, Maider y Sofía que empezaron siendo unas niñas y ya llevan muchos años dando forma a su pasión. “Solo algunas personas se embarcan en esta carrera que precisa de disciplina y de un gran sacrificio. Para interpretar correctamente el ballet se necesitan unas facultades físicas muy particulares”, explica González. Por eso aunque la trayectoria de todas las alumnas no vaya a ser la misma, Teresa destaca y valora enormemente la afición que existe en Euskadi. Espera que esta cantera de bailarinas y bailarines pueda dar continuidad a los actuales profesionales vascos que triunfan por el mundo. “No es solo tener cualidades, también es tener claro que quieres sacrificar tu vida por ello. Merece la pena, sí, pero solo si lo llevas en las venas”, destaca.
Es aquí donde esta bailarina profesional aprovecha para reivindicar un centro en Euskadi donde los alumnos de ballet puedan realizar la carrera sin tener que marcharse al extranjero. En su opinión, con lo que se imparte en la escuela de Bilbao, de grado superior, y en Gasteiz, de grado medio, no es suficiente. “Tenemos muy buenos bailarines, pero en Euskadi no contamos con los medios académicos suficientes para crecer. Eso tiene que cambiar. Lo mismo que hay que intentar programar en los teatros vascos más espectáculos de danza con bailarines de aquí”, plantea.
Pese a las numerosas dificultades no hace falta más que darse una vuelta por la escuela de Teresa en la galería comercial de la plaza de Indautxu para comprobar que existe una cantera de bailarinas de nivel. Puede que algunas alcance su meta en alguno de los prestigiosos ballet internacionales, mientras que para otras estas clases les ayude a hacer realidad el sueño de ser bailarinas. A Iris, de Barakaldo, siempre le gustó el ballet. Fue hace cuatro años cuando se apuntó en un grupo de adultos. “Me encanta. Lo hago como hobby. Lo importante es disfrutar”, concluye.