Será un trabajo de chinos. Nunca mejor dicho. El gigante asiático arrancó ayer uno de sus proyectos más ambiciosos: contar a sus habitantes. Todo un reto siendo, como es, el país más poblado del mundo. Con este nuevo censo -el último se elaboró hace diez años- las autoridades pretenden saber el verdadero tamaño de su población, estimada en más de 1.300 millones de personas, aunque la ciudadanía, celosa de su vida privada, no se lo pondrá fácil.

Un batallón de 6,5 millones de encuestadores comenzó ayer la titánica tarea de tocar la puerta de más de 400 millones de hogares para confeccionar este censo, que incluirá por primera vez a los extranjeros que residen en China y recopilará, entre otros, datos sobre sexo, ocupación y nivel educativo.

La hora límite para acotar a la población susceptible de ser contabilizada era las doce de la noche de ayer -hora local-, por lo que los nacidos o fallecidos a partir de dicho momento no entrarán en el cómputo. Según informó Efe, este registro servirá, además, para tener una mejor información sobre cómo está envejeciendo la población, así como cuál es la cantidad de niños y de trabajadores migratorios.

Lejos de aplaudir la iniciativa, los ciudadanos muestran cierta resistencia contra este recuento, que en medio del creciente bienestar en China, es percibido como una intromisión en su intimidad.

Debido a la estricta política que sólo permite tener un niño por familia, muchos bebés no son inscritos para evitar sanciones. Buena parte de estas familias forman parte de los 200 millones de trabajadores migratorios, que no tienen lugar de residencia fijo y temen un mayor control por parte de las autoridades.

A mediados de agosto, los censistas comenzaron a ir de puerta en puerta para preparar el censo, que costará 75 millones de euros. "Los censistas no tendrán un trabajo fácil", advierten en un medio estatal. "Muchas personas están preocupadas por su esfera privada, por no hablar de la creciente cifra de trabajadores migratorios a las grandes ciudades", afirman.

Ni salario ni religión El mayor obstáculo de los encuestadores -que superan, en número, a la población de Dinamarca- es poder localizar a las personas en casa, pues algunos ni siquiera abren la puerta. Los medios escritos señalan que si se niegan varias veces a abrir la puerta, se podrá recurrir a la intervención de la policía.

El catedrático en demografía de la Universidad Popular de Pekín Duan Chengrong se mostró comprensivo con esta actitud poco cooperadora y apuntó que se debe a que entre la población existe una conciencia creciente de protección de los derechos personales. Las autoridades aseguran que los datos serán tratados con confidencialidad. No se preguntará por el salario ni por la religión.

El 90% de los encuestados sólo tendrá que responder a 18 preguntas, entre las que figuran el nombre, sexo, formación, etnia y lugar de residencia, indispensable para acceder a los servicios sociales o para que los hijos vayan al colegio.

Un 10% de la población tendrá que responder a 45 preguntas, en las que también se inquiere por la salud, la ocupación, los traslados y se dan explicaciones detalladas sobre las condiciones de vivienda, como, por ejemplo, si la vivienda ha sido comprada o alquilada, cuántas habitaciones tiene o cuánto cuesta el alquiler. Los extranjeros, que por primera vez serán contabilizados, tendrán que responder sólo a ocho preguntas.

Está previsto que los resultados del recuento se presenten en abril y se estima que el margen de error será de más o menos un 1,8%. Un dato nada desdeñable, porque supondría más de 20 millones de chinos.