El 30 de junio de 1982, por 266 votos a favor, nueve en contra y una abstención, el Amejoramiento quedó aprobado en el Congreso. Mes y medio antes de su publicación en el BOE. “Navarra constituye una Comunidad Foral con régimen, autonomía e instituciones propias, indivisible integrada en la Nación española y solidaria con todos sus pueblos”, dice al artículo primero del título preliminar de una ley clave en el devenir contemporáneo foral. El Amejoramiento es la base del autogobierno de Nafarroa, y al mismo tiempo fue la confirmación de que la Comunidad Foral y la Comunidad Autónoma Vasca iban a trazar caminos separados en la nueva etapa política que se abría. Si bien la Disposición Transitoria Cuarta ha dejado la llave del futuro territorial de Nafarroa donde tiene toda la lógica democrática: en la voluntad de la ciudadanía de Navarra, que en este caso sí, dispone del derecho a decidir.

Pero volvamos a aquel último día de junio de 1982. Finalizada la votación, el presidente de la Diputación, Juan Manuel Arza, se abrazó al presidente del Gobierno de España, Leopoldo Calvo Sotelo. Sin duda, era un día importante para el futuro de Navarra. La prueba es que 40 años después, la Lorafna sigue vigente, con sus luces en el desarrollo del autogobierno y bienestar de la Comunidad Foral, y sus sombras, que las hubo, y persisten, en un proceso con ángulos muertos, condicionado por los impulsos centralistas perennes, y además en un contexto políticamente muy complejo y delicado, en una democracia por construir.

El escenario no podía ser más convulso en ese momento, por más que 1982 haya quedado marcado para una generación por el recuerdo afable de un Mundial y el inicio de una suerte de modernidad ambiental con mucho de fachada. Basta recordar el intento de golpe de Estado de febrero del año anterior o la violencia de ETA, por poner dos ejemplos perturbadores de aquel tiempo.

Otras dos claves de ese momento estaban en el hundimiento de UCD, ya para entonces en un proceso de agonía previo a su debacle, y la defenestración que había sufrido su más alto representante en Nafarroa, Jaime Ignacio del Burgo, ex presidente de la Diputación, destituido en abril de 1980 y que sería repuesto en su cargo en 1984. “A pesar de que quisieron mandarme al cementerio civil, yo resistí y gané”, afirma cuarenta años después. De lo que no cabe duda es que fue un hombre clave para el resultado y decantación del Amejoramiento. Él lo siente como un triunfo que jalona su carrera política: “Navarra no es Euskadi y tiene un fuero potente”, esgrime.

Reacciones de protagonistas

Invocaciones al “pueblo”

En las declaraciones de políticos navarros aquel día encontramos análisis más o menos previsibles, pero también aspectos sorprendentes, discutibles o controvertidas. Por ejemplo, el propio del Burgo, que dijo aquel 30 de junio de 1982 que se “devolvía al pueblo navarro el libre ejercicio del derecho a su autogobierno, cuando la norma acordada no pasó por un referéndum. Mientras, el diputado Javier Moscoso, en ese momento en el Grupo Mixto, aseguró que “se culminaba la histórica reivindicación del pueblo navarro por alcanzar la reintegración foral”.

Para el socialista Víctor Manuel Arbeloa, presidente del Parlamento Foral, se trataba de “un día de fiesta para la inmensa mayoría de los navarros” y una “victoria democrática y autonomista para todos los españoles”. Por su parte Gabriel Urralburu, secretario general de los socialistas navarros, subrayó “la ratificación del Congreso de la voluntad mayoritaria del pueblo navarro de mantener su personalidad histórica de Navarra”, y se refirió a la “fracasada pretensión nacionalista de incorporar Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca”, y a un “contencioso Euskadi-Navarra”.

El cambio de chaqueta era llamativo. Cinco años antes Urralburu había abogado en Punto y Hora por una “Navarra globalmente vinculada al País Vasco”. “Hay que decir bien claro al pueblo que los que defendemos las autonomía para Euskadi en cuyo seno está Navarra, defendemos con más fuerza que nadie la autonomía foral de Navarra”, había dicho.

Con el paso por el Senado, se cerraban cinco meses intensos. El camino de la tramitación se había iniciado el 15 de marzo de 1982 con la aprobación en el Parlamento foral. Una cámara entonces compuesta por 70 miembros donde UCD había sido el partido más votado en 1979, con 20 miembros, seguido por 15 del PSOE y 13 de UPN.

En conjunto, el debate político sobre los fueros navarros, como apunta el profesor de Historia del Derecho de la UPNA, Roldán Jimeno, comenzó en 1977: “La Diputación Foral acordó el 20 y 26 de agosto reivindicar la reintegración foral plena”. Concepto polisémico o “castillo en el aire”, pues “como ocurrió en la segunda República con el proceso estatutario vasco-navarro, el estatus de Navarra dependería de la futura Constitución española”.

En el Senado

Aprobado en el Parlamento de Nafarroa, y en el Congreso, el recorrido quedaría completo el 26 de julio, con el visto bueno del Senado. Por 168 votos a favor y 6 en contra quedó aprobada la denominada Ley de Amejoramiento del Fuero. La Lorafna, dijo el ministro de Administración Territorial Rafael Arias Salgado, “es una ley de paz y ratifica al pueblo navarro de una foralidad, ejercida en el seno de la indisolubilidad de la nación española, a la que Navarra pertenece por historia, por tradición y por cultura”.

“Esta ley hace perder a Navarra su singularidad, las fuerzas que han consensuado el texto han cometido un grave error histórico”, dijo en cambio el senador José Luis Iriarte, del grupo Senadores Vascos. “El rechazo del PNV a la ley del régimen foral navarro es el segundo error histórico del PNV, después del rechazo a la constitución”, afirmó Víctor Manuel Arbeloa, que tras su intervención dejó un titular que muestra la euforia de aquel momento, afirmación que vista la transferencia pendiente de Tráfico, o los recursos competenciales habidos por parte del Estado, no ha envejecido muy bien. “La esencia del pacto es la confianza”, dijo. “ Ellos confían en nosotros y nosotros en ellos. No hay reservas”.

Déficit de pluralidad

Un emocionado Juan Manuel Arza aseguró que “Navarra había sido escuchada y también defendida”. Y presumió de la pluralidad de la comisión negociadora, con una gama “muy variopinta, y desde posturas de izquierda, centro y derecha, todos nos hemos olvidado de la política y nos hemos sentido navarros”. En realidad, esa comisión, como recuerda el profesor Roldán Jimeno, la comisión designada estuvo formada por Arza, Lasunción y Sánchez de Muniáin, por parte de UCD y Jesús Malón por el PSOE. Además, en representación de los partidos acudieron Moscoso (entonces en UCD), Urralburu (PSOE) y Jesús Aizpún (UPN),

De esta manera se perfilaba uno de los pecados originales de la Lorafna y del proceso de Transición en Navarra: edificar su arquitectura política en función de un consenso entre la derecha y los socialistas, una vez estos giraron 180 grados en sus posiciones, dejando fuera de esa hegemonía al vasquismo, lo cual alimentó una idea identitaria excluyente. La vasquidad de Nafarroa fue difuminada, frenada o a menudo políticamente excluida, con una parte alícuota de responsabilidad atribuible a ETA en su actividad terrorista criminal.

El 16 de agosto de 1982 entró en vigor la Ley del Amejoramiento. El día, se dijo entonces, en el que se cumplía el 141 aniversario de la Ley Paccionada. En realidad, cuenta Jaime Ignacio del Burgo, la sanción de la Ley Paccionada se produjo el 14. El 16 se ordenó su publicación en Gaceta de Madrid, y se publicó el 19. Lo que quedó fue la fecha de la orden de publicación.

Aquel 16 de agosto de 1982 la Diputación celebró un pleno extraordinario, y dato curioso, instauró el Día de Nafarroa el último domingo de junio. Tres años después, la Ley Foral 18/1985 declaró ‘Día de Navarra’ el 3 de diciembre, por ser “San Francisco Javier ejemplo señero de inquietud humana e intelectual, de talante entregado y aventurero”. “La Comunidad Foral de Navarra desea vincular la norma a la tradición”, se decía en el preámbulo de dicha Ley.

Un acuerdo sin referéndum

¿‘Amejorar’ el Amejoramiento?

El acuerdo alcanzado en 1982 fue histórico, resultado, eso sí, de una determinada correlación de fuerzas, y sin un referéndum de la ciudadanía navarra, bajo la justificación de la singularidad de la Comunidad foral. Tras el franquismo suponía un avance indudable, y ha comportado un potencial indiscutible para el desarrollo de Nafarroa.

Desde su promulgación, la Lorafna ha sido reformada en dos ocasiones, con retoques en 2000 y 2010. En marzo de este año , unas jornadas organizadas por el Parlamento analizaron el pasado, presente y futuro de la Lorafna, incluyendo “propuestas para una reforma”. Estas jornadas, dijo el presidente de la Cámara, Unai Hualde, servirán de base al trabajo de la futura ponencia que estudiará dicha reforma. Un examen incluido en el programa del Gobierno de la actual legislatura, el de estudiar “la actualización de la Lorafna dentro del marco constitucional vigente”. No es tarea sencilla, más y cuando cualquier cambio de calado requeriría esta vez sí, un referéndum.