Aitor Elordi (Mallabia, 1996) no vio amanecer este lunes, pero casi. Al salir del Navarra Arena metió la txapela del Campeonato de Parejas lograda con José Javier Zabaleta este domingo en el maletero del coche y solo la sacó para la bienvenida en su pueblo. No sabe dónde la colocará por ahora, aunque bromea con ello.

¿Cómo fue la celebración?

—Ha sido todo muy bonito y muy intenso. He tenido muchos estímulos en poco tiempo. Cuando vives algo así no tienes tiempo de valorar ni de disfrutar al cien por cien lo que está pasando. Es como estar en una nube. A medida que pasen los días empezaré a valorarlo más.

¿Hubo buena juerga?

—Un poco. Me hicieron un recibimiento muy bonito al llegar a Mallabia. Tengo que dar las gracias a todos los que estuvieron involucrados. La cena estaba programada a las 22.30 y llegué puntual. Salió perfecto.

“Esta txapela es el premio a todo el trabajo realizado. Estamos metidos en una rutina que no nos damos cuenta de lo que vivimos”

Si hace un año y medio le dicen que va a ganar una txapela del Parejas de Primera...

—No sé ni lo que diría. No estaba en mis perspectivas. Tampoco competía para conseguirlo, porque no entraba en las quinielas para ser titular. Al final, estos últimos ocho meses han sido muy intensos. La clave ha estado en todo el trabajo anterior, pero también es cierto que el Cuatro y Medio me abrió el camino del Parejas. Cuando empezó, no entraba en mi cabeza ganar el título. Es mi primer año ante pelotaris de tanto nivel y mi mayor objetivo era aprender y disfrutar de estos cuatro meses. Al final, ese disfrute me ha hecho llegar hasta aquí.

En verano jugaba primeros y terceros partidos.

—Todos sabemos la competencia que ha habido siempre en Aspe. Para la empresa no era fácil dar oportunidades a los pelotaris que veníamos empujando de abajo. He estado compitiendo en esos partidos y hay que aprovechar las mínimas oportunidades que llegan. Eso siempre lo he tenido claro. Gracias a ser campeón en el acotado de Promoción de 2020, pude entrar a jugar contra los mejores. Ha ido una cosa detrás de otra.

Y nunca se ha rendido. ¿Ha tenido la sospecha de que en algún momento no le iban a renovar?

—Sí. A los dos o tres años de debutar me dijeron cuando iba a negociar que les había sorprendido. Casi tenían la decisión tomada. Debido al saltito que di en los meses antes de terminar el contrato, me dieron otra oportunidad. Creo que no se arrepienten.

No todos los pelotaris explotan al de uno o dos años del debut. Usted marca un camino y un ejemplo a seguir.

—Sí. Con mi recorrido se puede sacar la conclusión de que con el trabajo se pueden lograr cosas. Fíjese, en mi quinta hay pelotaris como Jokin Altuna o Iker Irribarria. Estuvieron consiguiendo txapelas desde que entraron en el profesionalismo. Nos han acostumbrado mal. A mí me ha costado siete años y mucho trabajo llegar hasta aquí. Soy un ejemplo para toda esa gente que trabaja a diario para conseguir cosas.

De hecho, es más normal su caso que el de Altuna III o Irribarria, ¿no?

—Sí. Por eso aprecio tanto ganar una txapela del máximo nivel. Tengo mucho recorrido por detrás. La recompensa sabe mejor cuando tienes un camino duro.

"Lo más grande que me llevo es la relación con Zabaleta. Hemos vivido grandes momentos. Lo hemos compartido todo. Es el regalo que me llevo"

El propio Altuna III reconoció que hay que tener paciencia.

—Cada uno tiene su cocción. A algunos nos cuesta más. Con la mentalidad de hoy en día no es fácil, porque queremos estrellas de la noche a la mañana.

Elordi ha llegado para quedarse.

—Creo en mí mismo y es normal que hubiera dudas sobre mi respuesta en el Parejas. Me he visto capaz de competir contra los mejores. Es un salto bastante grande, pero me he visto bien. He sido regular.

En la final del Parejas, el encuentro más importante, no se achantó. Salió enchufado y fue el mejor.

—Me vino bien el partido del Labrit –no acertó en la derrota ante Laso-Imaz por 22-19–. En el momento fue un chasco grande, pero le di la vuelta enseguida. Saqué conclusiones y llegué muy bien al Navarra Arena.

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¿Qué significa la txapela?

—Es el premio a todo el trabajo hecho. Estamos en una rutina en la que no nos damos cuenta de todo lo que vivimos. Cuando llega una cosa de estas, reflexionas sobre lo pasado. Me da fuerzas para continuar trabajando.

¿Se lo cree ya?

—Estoy en una nube. Cuando era pequeño, veía ganar títulos a Irujo o Abel, pelotaris referentes; y ahora estoy yo con la txapela. Entonces sentía que lo que habían logrado ellos era increíble. Ahora es distinto. Todavía no lo he asimilado del todo.

La vida sigue.

—Es raro. La txapela te da una alegría enorme, pero ahí se quedará. Lo más grande que me llevo es la relación con Zabaleta. Hemos vivido grandes momentos. Lo hemos compartido todo. Es el regalo que me llevo.