A Mikel Urrutikoetxea se le miraba de reojo, porque de lado casi desaparecía. Él, por delgado, no dejó de exhibir una pegada enorme en su carrera, que despegó de bien joven, cuando le vieron ese algo, ese polvo que tienen las estrellas, esa diferencia que marca a un gran pelotari de uno grandísimo. “Eso se nota”, que dice siempre el gran Julián Retegi, poseedor de once txapelas del Manomanista. Canta desde el ADN, desde los andares hasta el músculo y la mentalidad. Eso salta a la vista. Y a Mikel le decían que iba a aspirar a lo más grande, cuando le miraban un poco más, porque el delgado chaval tenía un nervio y una pegada de peso pesado. Urrutikoetxea se empezó a forjar. Paso a paso. Vino a tocar el Dios de la pelota a Zaratamo para poner su impronta en el pueblo con él, puro futuro. Abrió bocas. El muchacho era un espécimen a cuidar.
Mikel, gota a gota, sudor a sudor, luchando entre las trincheras del día a día, en la batalla del trabajo a oscuras, porque los focos son los que mandan en televisión, ha ascendido hasta más allá del océano. El horizonte es él. Le costó. Le ha costado. Sigue en ello. La cocción es parte del juego de la pelota, un deporte tan especial como visceral. Como las rosas, preciosas, pero llenas de espinas, personificadas por el tiempo, las presiones y la rapidez de un mundo cada día más cruel. La explosión llegó, los resultados, las semifinales individuales y por parejas, primero, la txapela del Manomanista, después, y esta final del Cuatro y Medio.
Analiza el psicólogo deportivo bilbaino Carlos Ramírez que “lo que determina las diferencias entre un deportista bueno y un campeón viene dado, por un lado, por las habilidades fisiológicas y psicomotoras y, por otro, por las habilidades psicológicas”. Y es que, desde la cabeza nace parte de los triunfos. Las diferencias, en deportes en los que las distancias en la élite simplemente son detalles, radican en otro sitio. “El entrenamiento va preparando el cuerpo para el rendimiento. La personalidad, los rasgos psicológicos de cada persona permiten que esas destrezas físicas, técnicas o tácticas se expresen”, argumenta Ramírez, quien agrega que “algunas personas poseen esos rasgos de personalidad, esas habilidades psicológicas, que algunos llaman talento innato que les hace ser campeones”. No obstante, admite el bilbaino que se cultiva día a día, que en el alambre del deporte profesional se tiene que ir abonando: “La psicología deportiva está siendo capaz de identificar las habilidades y desarrollar programas para cultivarlas. Estas habilidades son una menor ansiedad, auto-habla positiva, pensamientos orientados a la tarea, capacidad de visualizar las acciones, capacidad de establecer objetivos, cómo recuperarse de errores?”.
Josetxu Areitio, entrenador del grupo de pelotaris de Iurreta, en el que está el zaratamoztarra, coincide en que la mentalidad es “una parte muy importante del rendimiento”. “El cambio mental de Mikel en los últimos tiempos ha sido muy grande. Transmite una sensación de que tiene todo bajo control. Es capaz de afrontar ciertos partidos y algunos momentos tensos y venirse arriba”, concreta el técnico de Asegarce, que sostiene que “Mikel es muy especial. Le veo relajado mentalmente, con mucha seguridad en sí mismo, con confianza y optimista. Tiene una actitud positiva y una fuerza interior que le hace mantenerse a raya en momentos tensos”.
Otro de los factores que pueden explicar el ascenso meteórico es la cocción del manista. “No existe nada escrito sobre los procesos de maduración de los deportistas. Sí conocemos procesos de deportistas que han llegado al éxito de forma repentina, pero este no parece ser el caso de Urrutikoetxea”, analiza Ramírez. Areitio, por su parte, desvela que “a mis pelotaris les digo que yo ya he pasado los 40 y veo desde otra perspectiva las cosas y por supuesto que hay cosas que hacen evolucionar personalmente. Pero el cambio es día a día, paso a paso, gota a gota”.
Tensión de una final Urrutikoetxea, instalado ya en la élite, en el despliegue del todoterreno, en cualquier superficie: Manomanista, Parejas y Cuatro y Medio, da el do de pecho. Es un as. No obstante, las circunstancias son muy distintas respecto al envite que le midió a Aimar Olaizola por la txapela del mano a mano, al que entró a última hora, con apenas ocho días para recuperar chispa, juego, sensaciones y olvidar los nervios. En esta ocasión, la clasificación ha sido directa y ha contado de dos semanas enteras para masticar el runrún que rodea a contiendas de tamaña importancia. Declara el psicólogo deportivo que “todo lo que forma este tipo de partidos es especial, pero hay cosas en los aspectos mentales relativos al deporte muy importantes: las atribuciones que realiza el deportista sobre su éxito”. De este modo, anuncia Ramírez que “un deportista puede atribuir sus resultados tanto a factores externos como internos y estos factores pueden ser estables o inestables. Si un manista atribuye el llegar a la final a un cuadro con emparejamientos fáciles, un factor externo a él es inestable, porque no sabemos si se repetirá. Entonces, su motivación y manejo del nerviosismo será distinto a otro que lo atribuye a sí mismo, a su inteligencia, a su estilo? Todos ellos, factores internos y estables”.
Manifiesta además Areitio que “nuestro trabajo como entrenadores es transmitir confianza a los pelotaris, les insistimos y la evolución es patente. En Mikel observamos un cambio. Las capacidades hay que ponerlas en marcha desde el punto de vista mental”. Con el vizcaino se ha encontrado a un manista que “está con mucha paz interior y eso hace que fluya mejor en la cancha, que vaya mejor a los encuentros y, uno de los factores más importantes, es que piensa más en él que en sus contrarios, siempre teniendo en cuenta a los adversarios. Él lleva la batuta”.
Así las cosas, las tensiones que provoca una final como la del Cuatro y Medio, que encontrará al vizcaino con Irujo el domingo en el Bizkaia de Bilbao, son importantes. Y, por supuesto, pueden pasar factura. A juicio de Carlos Ramírez, “el nerviosismo acumulado, puede tener importantes consecuencias a nivel fisiológico. Los estados de mucha preocupación y con pensamientos repetitivos tienen un impacto directo y claro en el organismo. Los niveles de cortisol, una hormona que regula la activación del cuerpo, se ven modificados y esto afecta directamente a la musculatura y los procesos bioquímicos necesarios para el rendimiento”. “La personalidad, las atribuciones y sus estilos de manejo del pelotari afectarán a su rendimiento de manera directa. Pero, si el sistema está en orden, una final con tensión y presión es una oportunidad para un rendimiento extraordinario”, remacha.
DE HOMBRE A ÍDOLO En apenas un año, la explosión mediática de Mikel Urrutikoetxea ha sido exponencial. De hombre a ídolo. Ramírez cree que afecta, pero que el de Zaratamo puede tener habilidades positivas para capearlo. “En el desarrollo de la personalidad de cada persona y en la gestión del cambio, de las crisis, bien sean de mejora o de estancamiento o deterioro del rendimiento, el entorno del deportista juega un papel primordial”, sostiene el doctor, quien agrega que “según nos explica la Teoría Polivagal, la regulación del organismo, la regulación de los procesos fisiológicos y emocionales viene determinada por el social engagement. Es decir, que vendría marcado por la calidad de los vínculos sociales y relacionales que la propia persona mantiene y tuvo en el pasado. Por lo tanto, el ambiente familiar, relacional, equipo técnico o botillero es crucial en la forma en la que el pelotari regula ese gran cambio”. Esa transformación se acuna en el cerebro como un aprendizaje para todo, diario. Porque hay que aprender, también, el idioma de los titanes. El de los campeones.
Por de pronto, a Urruti le sobra la tranquilidad, que edifica en gran medida los pilares de su ascensión. “La psicología deportiva no es una ciencia avanzada en la prognosis del rendimiento, pero parece que Mikel presenta algunos rasgos psicológicos facilitadores del rendimiento y que tienen que ver en gran medida con su propia identidad y su autoconcepto”, finaliza Ramírez.