bilbao. Menos de dos meses después de que Abel Barriola debutara con los colores de Asegarce en el Beotibar de Tolosa -un 22 de febrero de 1998-; Aimar Olaizola hizo su aparición de blanco con Aspe en el Jaian Jai de Lekunberri. Quince años unidos, de un modo u otro, aunque la mayoría cada uno a un lado del ring. Rivales entre las cuerdas del frontón. Su historia comienza entrelazada en 1995, antes incluso de debutar. Aimar, un año más pequeño que Abel, despuntaba y se codeaba entre los juveniles navarros, pugnando también con el zaguero leitzarra. Incluso, jugaron juntos el torneo de El Antiguo, que por supuesto ganaron. Ya entonces prometían guerra. Juntos sumaban y lo demostraron.
Después pudieron fajarse en el torneo DV, de nuevo ganando y mostrando credenciales. Fue el momento de apostar por parte de las empresas, cada una por uno, traicionando cualquier oportunidad de fajarse juntos a menos que experimentaran con festivales mixtos. Curiosamente, empezaron en la otra orilla respecto a la que ahora les cobija: Aimar, en Aspe; Barriola, en Asegarce. La irrupción de Maesku en el 2001 puso al goizuetarra en la operadora bilbaina, pero el camino contrario lo tomó su adversario de hoy a Aspe en 2003. Así, sus duelos son auténticos Clásicos.
Solamente se han enfrentado en dos ocasiones en el Manomanista y en las dos el delantero ha hecho valer su facilidad a la hora de acabar el tanto para poner la puntilla a un zaguero todoterreno y campeón en las dos modalidades de la mano individual. Duras han sido las dos victorias de Aimar sobre Barriola: la primera, fue un 2-22 en 2003; la segunda, un 10-22 en la final de 2007, ambas con el Atano III de testigo.
Asimismo, y teniendo al campeón enfrente, el dinero y la cátedra colocará a Aimar como principal favorito al triunfo. No obstante, se aferra a la épica el de Leitza. Se conocen a la perfección y ya han jugado el uno contra el otro más de medio centenar de veces. La mayoría han ido del lado del menor de los Olaizola, pero no cierra puertas a la posibilidad a la gesta. "Mi esperanza es que en el deporte siempre hay sorpresas, días especiales, y me agarro a que el sábado pueda ser uno de esos días", concretaba Abel en la elección. Quince años atados, volverán a encontrarse y a sorprenderse. Seguro.