Triunfó el orden en todos los ámbitos. El Mundial de rugby de Francia reunió durante mes y medio a la flor y la nata del balón oval con una buena organización, ningún incidente reseñable y el triunfo final de Sudáfrica, la nación que mejor representa el orden táctico. La cuarta corona de los Springboks llevó al olimpo a una manera de entender el rugby, representada en la ortodoxia defensiva impuesta por su cerebro, el pragmático Rassie Erasmus, que contra todo pronóstico se coló en la final donde diluyó la imaginación de los All Blacks.

Una obra maestra defensiva contra el mejor ataque del continente, pese a la frustración del público francés que, mayoritariamente apoyaba a Nueva Zelanda, pero que acabó imponiéndose en una competición que desdijo todos los pronósticos. Sudáfrica renovó su oro mundial tras un recorrido brillante, solo roto por la derrota en fase de grupos ante Irlanda, la que para muchos era la gran favorita, pero que no supo mantener el ritmo de una competición exigente.

Los Springboks se aferraron al pragmatismo en cuartos de final contra Francia, la otra gran candidata por momento de forma y por su condición de anfitriones, a quienes derrotaron por un punto (28-29) para silenciar el sueño de todo un país.

Frente a Inglaterra en semifinales estuvieron a punto de dejarse sorprender por su rival en la final de hace cinco años, pero reaccionaron en el último suspiro para conseguir el golpe de castigo definitivo a falta de tres minutos para el final. Faltaba el choque definitivo contra una Nueva Zelanda, que también llegaba con una derrota –frente a Francia en fase de grupos– y que también fue afinando su estilo a medida que avanzaba el torneo, que dio su máximo en cuartos contra Irlanda (24-28) y derrotó fácilmente a Argentina en semis.

En la final su ímpetu careció de orden y se estrelló contra el muro sudafricano y unas rigurosas decisiones arbitrales que les llevaron a disputar una hora con uno menos, lo que hipotecó sus opciones. Era el encuentro por la hegemonía mundial entre las dos únicas selecciones que tenían tres títulos en su palmarés. Era un choque de estilos del que salió triunfador el orden.