bilbao. Australia ha roto otra frontera en el deporte. Si Cadel Evans fue el primer ciclista de ese país en ganar el Tour de Francia, Adam Scott se convirtió la pasada madrugada en el primer golfista aussie en vestirse la chaqueta verde que distingue al vencedor del Masters de Augusta. El segundo hoyo del play-off de desempate coronó al final a quien hasta ayer estaba considerado el mejor jugador del mundo sin un major en su palmarés. El argentino Ángel Cabrera, que fue líder durante muchas horas de la última jornada, tuvo que ceder al final de la misma manera que en 2009 logró triunfar en el Augusta National.

Fue Adam Scott, nacido en Adelaida el 19 de julio de 1980 y profesional desde hace 13 años, quien rompió la maldición australiana, pero pudo serlo también Jason Day que acabó tercero a dos golpes y volvió a merodear la victoria en un grande. Nada más vestirse la elitista chaqueta verde, el golfista australiano tuvo que honrar a Greg Norman, el Tiburón Blanco que fue tres veces segundo en el Masters. "Él inspiró a todo un país de golfistas. Era el mejor jugador del mundo entonces y un icono en Australia, un modelo de conducta. Norman podía haber ganado la chaqueta verde, por supuesto, y parte de esto es para él porque me ha servido de inspiración", comentó Scott.

orgulloso país El deporte de Australia tiene ya un nuevo ídolo, procedente de un deporte con gran tradición en la isla-continente. "Los australianos somos un pueblo muy orgulloso y queremos pensar que somos los mejores en todos los deportes, así que es increíble que mi destino haya sido ser el primer australiano en ganar el Masters", celebró un jugador que había acabado en ocho ocasiones entre los diez primeros de un Grand Slam y que se ganó cierta celebridad rosa cuando fue el novio de la tenista serbia Ana Ivanovic, con quien llegó a estar comprometido antes de romper definitivamente.

Scott culminó esa trayectoria deportiva, que le ha llevado a ganar 26 torneos en todos los continentes, tras una loca última jornada en la que los acontecimientos se sucedieron. Incluso, llovió para dar más emoción al ir y venir entre los dos australianos y el argentino ya que Tiger Woods, perseguido por la polémica desde la segunda jornada, quedó pronto descolgado por mala fortuna en algunos golpes y terminó en el cuarto puesto un torneo en el que debió ser descalificado.

Adam Scott se colocó líder solo en el último hoyo, pero el abuelo Ángel Cabrera iba por detrás y embocó un birdie para mandar el desenlace a un desenlace agónico y genial. Allí, el nuevo ídolo de Australia metió un gran putt en el hoyo 10 ayudado por el palo-escoba que los rectores del golf mundial quieren prohibir. La pesadilla vivida en el British Open del año pasado, cuando Scott perdió el torneo tras hacer cuatro bogeys en los cuatro últimos hoyos, quedó atrás. A su espalda, corrió a abrazarse a Steve Williams, el caddie que ayudó a Tiger Woods a ganar sus cuatro Masters y 13 de sus 14 Grand Slams. Australia había roto otra barrera. Ni siquiera los eventos más señeros se le resisten.