Bilbao. Es quizá la gran referencia del balonmano vizcaino en las dos últimas décadas. Por lo menos es el rostro de los éxitos del Barakaldo, al que lideró en sus tres ascensos a la Liga Asobal. Txanpi Rivero, sin embargo, ha decidido poner fin a sus treinta años en los banquillos y el jueves la Asociación de la Prensa Deportiva de Bizkaia (APDB) le tributará un cálido homenaje a su trayectoria al otorgarle el premio Valores Humanos y Dedicación. Poco meses después de finiquitar su carrera deportiva, el extécnico bilbaino apunta a DEIA que Bizkaia "es una plaza muy difícil para el balonmano" y rescata las dificultades que sufrió el Barakaldo durante su estancia en la élite.
La Asociación de la Prensa Deportiva de Bizkaia (APDB) le premia el jueves en reconocimiento a su trayectoria. Suena a jubilación.
En cierto sentido, sí. Llevo 50 años en el mundo del balonmano y he aprovechado que me operaban de la cadera para poner fin a mi carrera deportiva. Quizá el día de mañana entrene a un equipo de alevines o infantiles, pero creo que ya he cumplido con creces y ahora quiero vivir otras sensaciones porque tengo muchas asignaturas pendientes, además de dedicar más tiempo a mi familia.
¿No tiene mono de balonmano?
Sinceramente, no. Todo en la vida tiene un ciclo y yo lo he cumplido. Ahora estoy con la mente en otras en otros aspectos más personales.
¿Qué legado deja Txanpi Rivero en el balonmano vizcaino?
No lo sé. Me he entregado al máximo en este deporte y creo que en Bizkaia hemos hecho una labor importante. Hemos estado en la Liga Asobal con muy pocos medios, hemos relanzado el balonmano e intentado ser honrado, llevarme bien con todo el mundo. El balonmano me ha dado los mejores amigos que tengo y eso es el tesoro que me ha aportado.
Habrá experimentado sus momentos ingratos.
Lo peor del balonmano ha llegado en algunas decisiones que he tenido que tomar, como dar menos minutos a determinados jugadores, no convocar a otros o cuando tienes que dar de baja a unos jugadores y fichar a otros.
Lejos quedan los tres ascensos (1994, 1998 y 2001) a la Liga Asobal. ¿Se reconocieron por entonces esos logros deportivos en su justa medida?
Tenemos que reconocer que Bizkaia es una plaza muy difícil para un deporte como el balonmano, porque el fútbol lo acapara todo. El Athletic tiene mucho peso y Bilbao Basket, también ahora. Aunque subimos a la élite con muy pocos medios y muchos jugadores vizcainos, quizá no se valoró en su justa medida ese esfuerzo. Pero la sociedad es así y no hay que darle más vueltas.
¿Por qué no caló a la hora de seducir a patrocinadores?
Porque, como he dicho antes, es una plaza muy difícil, salvo el caso del Bilbao Basket, que cuenta con unos medios impresionantes y ha podido salir adelante. A aquel Barakaldo-UPV le faltaron apoyos institucionales y económicos.
También les tocaría hacer autocrítica en la gestión, a la hora de saber vender el producto.
Con los medios que teníamos lo dimos todo y no pudimos hacer más. Quizá si hubiéramos tenido una directiva más amplia se habría podido hacer más, aunque para ello también tenías que tener contactos en las esferas políticas, de los que carecíamos.
Se ha considerado al balonmano vizcaino como un reino de taifas. ¿No supuso también otro lastre para aquel proyecto?
Creo que en esa época el balonmano vizcaino estaba unido, pero sí es verdad que en Bizkaia ha habido rencillas entre clubes. Aunque durante nuestro recorrido en la Liga Asobal estuvimos juntos a las duras y a las maduras.
¿Qué jugador le ha marcado más durante su trayectoria como entrenador?
Sobre todo, los que tuve en Askar-tza. Empezamos desde cero, y los jugadores que más me han macado fueron Katxu Aurrekoetxea y Edu Bueno, porque me inicié con ellos de entrenador y con ellos llegué, doce años después, a Asobal. También me han marcado jugadores como Xabi Lanz, muy especial porque era una gran persona, o Boban Veselinovic, con el que me une una excelente amistad.
Usted se convirtió en la referencia del balonmano vizcaino, su rostro en el Estado español, pero no quiso llegar a ser profesional, en el sentido de vivir de esto.
Además me enorgullezco de ello. Nunca he querido ser profesional del balonmano, he entrenado a las diez de la noche después de mi trabajo y evidentemente nunca me he movido por dinero. He rechazado ofertas de otros clubes, porque he preferido estar en Bizkaia, con mi familia, mis amigos y con el balonmano como un hobby.
¿Fue un entrenador cotizado?
No lo sé, porque nunca he tenido ningún interés en dialogar cuando me llamaba algún club de Asobal. En ese aspecto, he sido rotundo. Tanto de jugador como de entrenador he sido amateur y no lo he visto como un profesión.
Después de saborear la élite llegaron tiempos de penurias de las que el balonmano vizcaino todavía no ha salido. ¿Qué retrato hace del mismo?
Estamos pasando una época muy difícil porque económicamente no tenemos medios y todos los equipos y la base están con muchos problemas. El balonmano de Bizkaia tiene muy buenos jugadores y trabajando la cantera con mucho entusiasmo. El balonmano está vivo gracias a esas personas y entidades que no tienen ningún ánimo de lucro.
¿Sigue siendo el Barakaldo la referencia de Bizkaia o hay que mirar a otros clubes?
La referencia es el equipo que más arriba está, y es el Barakaldo. Pero el Barakaldo necesita que todo el balonmano del territorio aporte jugadores y es lo que está ocurriendo, aspecto en el que soy optimista. Joseba Rodríguez, el entrenador que me ha sustituido, está muy bien preparado, va a ser un gran técnico y tiene a toda Bizkaia que le apoya. El Trapagaran, Askartza o Urdaneta, entre otros clubes, también están trabajando muy bien.
¿Aprecia algún atisbo de que el Barakaldo vuelva a la élite a corto o medio plazo?
A corto plazo, no; a medio, es posible, aunque lo veo muy difícil porque tenemos muchos problemas económicos.
¿Le ha faltado al balonmano vizcaino la marca Bilbao?
Quizá sí, porque el hecho de estar en Barakaldo haya sido un hándicap. Probablemente, le habría dado un poco más de empuje mediático.