Duración: 1h21:17 minutos de juego.
Saques: 4 de Bengoetxea VI y 1 de Martínez de Irujo.
Pelotazos: 641.
Tantos en juego: 7 de Bengoetxea VI, 9 de Martínez de Irujo y 2 de Zubieta.
Errores: 6 de Bengoetxea VI, 3 de Beroiz, 4 de Martínez de Irujo y 6 de Zubieta.
Marcador: 1-0, 2-1, 3-1, 5-2, 6-5, 7-6, 8-6, 8-7, 9-9, 13-10, 14-10, 14-11, 15-11, 15-12, 16-15, 17-16, 18-16, 18-17, 19-18, 20-19, 21-21, 21-22.
Incidencias: Media entrada en el Atano III de Donostia.
bilbao. El Atano III, como una pista de hielo: humedad en los cuadros alegres y Oinatz Bengoetxea y Juan Martínez de Irujo cayendo tan pronto empezaban a poner pie a tierra para empezar a correr. En cuanto cualquiera de los dos delanteros tensaba el armazón de una de sus piernas y colocaba la otra en el aire, al suelo. Más Bengoetxea, por sus características, por su vigorosidad en la carrera, por la capacidad de reacción y el movimiento tractor de su tren inferior; al estilo de los velocistas de finales de los noventa: rápido, fuerte y explosivo. Pero ni el bravo delantero leitzarra ni el campeón de Ibero eran capaces de ponerse en pie. La humedad exterior y el calor que asolaba Donostia repercutía en un Atano III que según iban pasando los minutos enfangaba los cuadros delanteros transformando la alfombra roja que coloca en las finales en una capa de alquitrán, espesa y resbaladiza. Sobre todo, cuando corrían los últimos minutos de duelo, cuando las fuerzas flaqueaban y la capa de hielo más daño hacía a los tobillos de los pelotaris. Oinatz, en esos momentos, cuando se habían solventado las distancias iniciales conseguidas por el binomio colorado -Juan y Zubieta remontaron un 5-1 y un 15-11-, no encontraba su sitio e Irujo, que había lastrado diferencias en contra durante la mayor parte del partido, se apoyaba en sus movimientos, menos bruscos, y su carrera, de zancada larga, para aguantarse en un piso irregular.
En los cuadros largos, mientras tanto, Mikel Beroiz y Aitor Zubieta retomaban el pulso tras los momentos iniciales de la semifinal, en los que ambos fueron incapaces de dominar y acusaron varios errores de bulto -escapadas de Mikel y pelotas demasiado altas de Aitor, que arriesgaba demasiado-; de hecho, en cuanto se pasó el ecuador del encuentro, los dos zagueros desplegaron su mejor versión. Mikel, manista de fondo, y Aitor, coloso de fuerza explosiva, se afanaban en dominar al ver cómo los dos delanteros se colocaban en el disparadero: sin capacidad de carrera, y en absoluto de reacción, y con el remate cercenado por la falta de apoyo en el piso.
De este modo, desde el 17-16, labrado con una cortada de Irujo desde el ancho que contrarrestaba un remate rival, Oinatz se accidentaba en todo momento y dudaba en sus movimientos. Si el leitzarra levantaba el pie para ejecutar una volea, se caía; si intentaba correr al ancho, resbalaba, y si reaccionaba, se estancaba cara al suelo. Aun así, el bravo delantero colorado guardaba en su haber tardes de plaza y travesuras. A la siguiente, Oinatz amagó y paró al txoko; pero después volvía el Atano a corregir su rumbo: directo al suelo. La igualada a 18, injusta por las circunstancias, derivó en una parada larga para secar el suelo. Y las cartas se pusieron encima de la mesa: Zubieta erró y Bengoetxea sacó y remató. Entonces, en ese momento, 20-18 en contra, apareció Irujo. El de Ibero se lanzó por la victoria y, al no atinar con el gancho, exhibió variedades con Oinatz demasiado preocupado por mantenerse en pie sobre el hielo.