Oiertxu estrenará zapatillas. Quiere correr y saltar para llegar cuanto antes a clase. Está ilusionado por encontrarse con sus amiguitos de gela. A sus cuatro años y pico, tiene preparada la mochila. El estuche, las pinturas… Él es ya un “chico grande”. Y fuerte como Hulk. Todo aprendizaje es para él un juego. Y disfruta. Unai, por su parte, se encuentra en un estadio anterior. No en vano es el pequeño de la familia. En enero cumplirá dos años. Todavía no va a la ikastetxe sino a la haurtzaindegi. Allí comienza a asimilar los conceptos básicos. En poco tiempo ha espabilado mucho. Ha aprendido la mejor manera de llamar la atención. Si no se le hace caso, te pellizca y enseguida le atiendes. ¡Menudo elemento!
Oier y Unai son la alegría de la casa. Como hermanos juegan, se quieren y se pelean. Han pasado un verano fenomenal. Piscina, columpios y hasta barracas. En “vacaciones” sus “rutinas” se han relajado un poco. Ahora toca retomar el orden. Los horarios, los hábitos. Afianzar las costumbres. Ponerse el pijama, asearse, cenar, leer un cuento y a la cama. Los dos juntitos. Hasta que su reloj biológico los despierte hacia las siete de la mañana. Entonces, el mayor abraza al pequeño y éste le sonríe. “Gauez da oraindino”. Pero hay que levantarse. “Gosaltzera! Garbitu, jantzi eta ikastolara!”. A su aitite, “txotxolo” total, se le cae la baba.
Oier empezará el lunes oficialmente su nuevo curso. Está contento y acudirá alegre “ikastolara”. Aunque en el último instante frene su ímpetu y antes de pasar a clase reclame “mosutxu bat aitari”. Unai, por primera vez, se resiste a entrar a la guardería. Se aferra a las piernas de su madre como si fueran las columnas en las que los Filisteos amarraron a Sansón. Pero el berrinche pasa enseguida y junto a sus compañeros de sollozos vuelve a sonreír pronto. Comienza el curso. Es tiempo de forjar carácter. Nuevos aprendizajes, nuevos conocimientos. Nuevas compañías. Nuevos catarros. Tiempo para experimentar, para disfrutar y para crecer.
En el plano político también hemos iniciado el curso con muchas materias en agenda. Con aires nuevos y, por supuesto, con rémoras del pasado reciente que nos siguen acompañando. La “nueva” legislatura vasca ha arrancado con la presentación por parte del lehendakari Pradales de un compromiso para devolver la dignidad a la actividad política. Un decálogo de intenciones que resultan de Perogrullo pero que son necesarias de impulsar y divulgar para devolver la confianza de la ciudadanía a una actividad noble y bienintencionada como es la política, encaminada en la búsqueda del bien común y en la mejora de las condiciones de vida de todos.
El propósito presentado por Pradales como marca ética de su actuación habla del respeto a las personas y especialmente el que debe el servidor público a toda la ciudadanía. Señala la necesidad de “reconocer al diferente”, evitando posiciones moralmente superiores, y favoreciendo una actitud de entendimiento “siempre y cuando las ideas respeten los Derechos Humanos“.
La vocación del acuerdo presentado por Imanol Pradales busca ”priorizar la escucha y el diálogo constructivo para encontrar espacios de consenso“; ”atender y colaborar con los movimientos, asociaciones y propuestas de la sociedad civil, respetando su autonomía y libertad, manteniendo la imparcialidad y tratando de evitar utilizaciones políticas o partidistas“; reconocer las instituciones públicas vascas, respetar su autonomía y competencias; y de ”destacar la función social de los medios de comunicación, facilitar su cometido y respetar su autonomía sin intervenciones en su actuación profesional, asegurando el acceso a la información pública generada por las administraciones“.
Además, establece el compromiso de “reconocer y proteger a las y los representantes políticos y del sector público, defendiendo su derecho a la vida privada y a la intimidad”; “garantizar el respeto y las buenas formas en toda clase de comunicación pública, expresar honestamente lo que se piensa, rechazar la demagogia, la manipulación y la mentira, y alimentar el debate público constructivo. Esto supone, entre otros, evitar la desinformación (fake news), la hipérbole excesiva o los usos parciales, interesados o no comprobados de los datos”; y “actuar con total honestidad en la actividad política, sin trampas, juego sucio u otras artimañas, con un reconocimiento recíproco de los discrepantes y una actitud constructiva en el disenso”.
En resumen, hemos abierto el calendario con un soplo de aire fresco que aunque no resulte sino una declaración de intenciones, viene a oxigenarnos como reparación al entorno viciado que hemos estado obligados a soportar, fundamentalmente, en la pugna irrespirable que se prodiga en el Estado.
Solo la derecha española se ha desmarcado de este pronunciamiento. Era lo esperable de Vox, pero los términos más despectivos para con el compromiso del lehendakari los ha pronunciado el portavoz del PP vasco , Javier de Andrés, quien no ha dudado en calificar la propuesta de “bucólica”, descartándose del consenso. Ese rechazo categórico descalifica su comportamiento de aquí y de allá dejando en evidencia que ese es el ejemplo que se necesita y se pretende evitar en Euskadi.
La actitud del popular alavés no es sino un apéndice de la dinámica en la que está envuelto su partido en todo el Estado. En la política española “la vida sigue igual”. Ahí, la bronca es a piñón fijo. Supervivencia a toda costa de Sánchez y acoso y derribo de los populares, su orfeón mediático y la deriva de la judicatura. El bochinche no hay que lo arregle. Lo único que queda, por preservar algo, es garantizar la estabilidad institucional, evitando el naufragio y la catástrofe de una alternativa aún peor a la existente. Es, válgase el símil, el curso de los repetidores. De los suspensos pasados que continúan en el presente sin enmendarse.
La segunda novedad relevante de este arranque político es la puesta en marcha del diálogo multilateral en relación al diagnóstico y mejora del servicio vasco de salud. El nuevo Gobierno vasco había pedido “sacar del debate partidario” a Osakidetza. Inicialmente, todas las partes interesadas en colaborar en el fortalecimiento del servicio vasco de salud habían aceptado contribuir a esa despolitización de la cuestión. Hasta EH Bildu, por boca de su portavoz, Pello Otxandiano, anunció una “tregua”, “cien días de gracia” y un “balón de oxígeno” en Osakidetza. Sin embargo, como en otros casos, una cosa es lo que se dice y otra bien distinta lo que se hace. Porque, mientras Otxandiano tendía la mano a Pradales, Rebeka Ubera insistía en su acoso a los gestores públicos solicitando la comparecencia en el Parlamento del consejero de Salud, Alberto Martínez. La “cortesía” y “colaboración” de EH Bildu se demostraba en la presentación de más de doscientas iniciativas dirigidas a un gabinete que, ni tan siquiera ha tenido tiempo de presentar en el parlamento las líneas generales de actuación de sus departamentos. Predicar y dar trigo
Tampoco es una novedad, y supone una desgracia para el conjunto del país, la pertinaz negativa del principal sindicato del país -ELA/STV- en participar en escenario alguno en el que se pretenda consensuar mancomunadamente mejoras en las políticas públicas. La última “espantada” ha sido la de la Mesa del Pacto Vasco por la Salud. Pese a que Lakuntza accediera a entrevistarse con el Lehendakari en primera instancia, la dinámica antisistema de ELA persevera. No participarán en el diálogo porque no creen que “el nuevo Gobierno tenga intención de introducir cambios de fondo en el ámbito sanitario”. Ni nuevo tiempo, nuevo gobierno, nuevo talante ni nada. Mucho hablar de la necesidad de cambio, de la voluntad negociadora, y a la hora de la verdad, mutis por el foro. ELA, a su bola. “Construir” levantando barricadas.
ELA es, el único sindicato que no toma parte junto a partidos políticos, colegios profesionales y universidades en las reuniones del pacto sanitario. Ellos no alimentan iniciativas que “solo tienen un valor propagandístico y carecen de contenido real”. Aunque, luego, por lo bajini, pidan “exclusividad”, “bilateralidad” y que se “negocie con ellos” por la puerta de atrás.
La salud pública, evidentemente, tiene problemas, pero estos no se arreglarán con quienes solo saben formular huelgas como recetas sanadoras. ELA se ha borrado una vez más.
El PP por un lado y ELA por otro han hecho “pira” al inicio del nuevo curso. No asistirán a las clases de ética política ni a la de salud. Suspenden de partida. Los demás, a remangarse pues tenemos asignaturas pendientes que sacar adelante.