O sé si tener un acta de diputado, gracias al juego democrático, autoriza a decir lo que te venga en gana, parece ser que sí, como por ejemplo a manifestar la voluntad de ilegalizar partidos que representan ideas divergentes de la organización del Estado o una ideología que no gusta -en concreto PNV, Podemos, ERC y JxCat-, como ha hecho la diputada Beltrán. Esa voluntad de amordazar, silenciar, prohibir, penalizar la diferencia es franquismo sin recato, que parafraseando a Paul Preston en su juicio del dictador, es peor que el fascismo. La ha practicado la diputada Beltrán en directo y en el diario de sesiones del Congreso constará. Resulta ofensivo.

La oposición golpista se ampara del ambiente de berrido generalizado que reina en el Congreso de los Diputados para expresar ideas y propósitos radicalmente antidemocráticos e inadmisibles. Ignoranta como es la Beltrán, y mucho, porque ha dado reiteradas pruebas de ello a lo largo de su carrera autonómica, le callaron la boca cuando acusó a Marlaska (que no es santo de mi devoción) de quitarse de encima al juvenil golpista -23-F, ¿no?- Pérez de los Cobos, con una morterada de tropelías, en el mismo sentido que ella denunciaba, obra de su amigo Fernández Díaz, el creador de la policía política y el que trasmitió hace poco la idea de que el demonio quería destruir España.

Quien manifiesta semejante voluntad de cerrar cauces democráticos a modo de expreso propósito político no es digno de estar en posesión de un acta de diputado en un sistema democrático. Los votos no lo justifican todo. Está claro que si en su mano estuviera, lo harían. Para eso sus secuaces crearon la policía política. La fractura social está servida en el menú del día como plato único.

Tremenda la pedrada que ha recibido en la ceja -casi en la sien, el lugar predilecto de Caín- la diputada de Vox, que antes de que los medios golpistas vieran la oportunidad de echar con ella bencina a la hoguera cainita era un golpe fortuito con el objetivo de una cámara fotográfica, algo que le hace partirse de la risa a la víctima, según los documentos gráficos. Antes, eso sí, de dejarse fotografiar como víctima de la intolerancia separatista, etarra y toda la parentela.

Qué indecencia la del fotógrafo que calla, la de la diputada de Vox, la de los testigos, la de los informadores que urden la patraña buscando el efecto de su falsa información.

Una diputada que se aprovecha de ese rosario de mentiras para hacer política a favor de una voluntad cainita no es digna, a mi modo de ver, de sentarse en el Congreso de los Diputados.

¿Donde está la piedra, dónde los exámenes médicos imparciales, dónde, dónde...? Es inútil preguntárselo. Es por completo inútil intentar desmontar la patraña porque son demasiadas decenas de miles de ciudadanos que están dispuestos a creerse eso y más, como verdad revelada. Nos puede El Eco de la Trinchera, la orden del día, el parte de guerra...

Qué cosa más difícil es permanecer indiferente a este clima de patraña armada, de enfrentamiento político y social, de deterioro palpable de la convivencia, porque si lo que en el Congreso sucede es fiel reflejo de la calle, como dicen, esto tiene mal arreglo y con callarse y mirar para otra parte con el pretexto de no hacerles el juego no ganamos nada, al revés, les das terreno, actas, poder político.

Con pandemia o sin ella, el aislamiento social preventivo va más allá del guardar unos metros de distancia. ¿Cuál es el terreno social común que podemos tener con quien utiliza la patraña y el berrido cuartelero como forma de expresión? ¿Qué puentes puedes tender con quien quiere cerrarte la boca? Qué rápido nos hemos olvidado de los fallecidos y de quienes se emplearon a fondo en la tarea de paliar en la medida en que pudieron los efectos de la calamidad vírica. Eso fue hace ya mucho, en otra vida casi. * Escritor