ESTOS últimos días han aparecido unos diez batzokis de Bizkaia y Gipuzkoa, según he leído en algunos medios de comunicación, con "bolsas de basura y excrementos" y carteles "insultantes y amenazadores" sobre el trágico desprendimiento del vertedero de Zaldibar del pasado jueves día 6, tras el que dos trabajadores siguen desaparecidos, que me parecen absolutamente reprobables. Y, por otra parte, estamos asistiendo a una guerra política electoral queno conduce a nada. Tiene mucho más valor abordar en el plano técnico los problemas acaecidos con el derrumbamiento del vertedero de Zaldibar.

Tras expresar una total solidaridad con los familiares de los dos trabajadores desaparecidos y reiterar la petición de que sean rescatados -lo que, desgraciadamente, parece que no va a ser fácil, debido a la inestabilidad del vertedero- y de que se pongan, como parece que se está haciendo, todos los medios disponibles en esa tarea primordial; es preciso analizar detenidamente todas las causas que han llevado a esta situación.

Da la impresión de que en relación con este vertedero ha habido unas cuantas irregularidades que el tiempo dirá si han contribuido a su derrumbamiento, si este se ha debido a un desgraciado accidente o si se han producido ambas cosas a la vez en la proporción que sea.

En primer lugar, no estoy de acuerdo con algunas declaraciones de algunos responsables políticos del Gobierno vasco que se han centrado en que se trataba de un vertedero privado sin reconocer una cosa obvia: la obligación y el deber de la administración, tal como marca la legislación, de velar por la protección del medio ambiente y controlar y hacer seguimiento de la actividad, en este caso del vertedero de Zaldibar que es de los que estamos hablando. Aunque la responsabilidad de la empresa sea, es, máxima.

Dicho vertedero obtuvo su Autorización Ambiental Integrada (AAI) para su actividad de residuos no peligrosos el 22 de enero de 2007; autorización que responde a la legislación europea de Prevención y Control Integrados de la Contaminación (IPPC, por sus siglas en ingles). Tiene el objetivo de aplicar el principio de prevención en el funcionamiento de las instalaciones industriales potencialmente más contaminantes y establece medidas y controles muy rigurosos para evitar o reducir al máximo las emisiones de estas actividades a la atmósfera, el agua o el aire, incluidos los residuos, con el fin de alcanzar un nivel elevado de protección del medio ambiente considerado en su conjunto.

¿Se estaban haciendo las cosas en base a estos criterios y reglamentaciones en el caso del vertedero de Zaldibar? No lo sé con seguridad, pero llaman poderosamente la atención algunas cuestiones. Por ejemplo, que tal y como se ha publicado en la web del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno vasco, se diga que en la última inspección técnica realizada, con fecha de 10 de julio de 2019, "el vertedero es estable, con la configuración actual, desde el punto de vista global, tanto frente a roturas circulares, como frente a roturas de bloque por el plano de debilidad que constituye el conformado de base", y se recomiende subsanar algunas anomalías como "ejecutar un buen drenaje, realizar un llenado por tongadas bien compactadas, garantizar un buen sellado y continuar con los contrafuertes realizados con material de mejor calidad (mas grueso) en las zonas exteriores de cada nivel". Leyendo este informe, da la impresión de que el vertedero, salvo algunas anomalías, no tenía mayores problemas y, sin embargo, se produjo su derrumbamiento.

¿Qué ha ocurrido desde esa última inspección hasta el pasado jueves? Da la impresión de que lo que se ha desplazado ha sido la masa de residuos y no el terreno. ¿Es que se han depositado muchas toneladas de residuos en este tiempo?

En todo caso, si nos remontamos en el tiempo, hasta los inicios del vertedero, aunque Euskadi sea un país pequeño y por tanto no tengamos muchos lugares que puedan albergar vertederos, estos nunca deberían estar ubicados en la parte alta de una ladera, junto a una autopista, una carretera nacional y algunas cosas más, como es el caso del de Zaldibar.

También llama la atención la presencia de residuos peligrosos en un vertedero de "no peligrosos". Se ha dicho que estaba permitido el depósito de residuos de amianto. Y así es. Otra cosa es que sea lo más aconsejable. Ni mucho menos. Pero es que, además y según una sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 2015, el vertedero de Zaldibar recibió residuos peligrosos como PCBs, los denominados bifenilos policlorados, sustancias prohibidas desde 1986 por su alto poder cancerígeno y sus nocivos efectos sobre el medio ambiente.

El hecho de que se iniciara un fuego en el vertedero se debe a emanaciones importantes de gas metano (por fermentación anaeróbica de mucha materia orgánica) pero lo que da la impresión que se quema son materiales que se depositaron junto a los inertes: fangos, plásticos...y los mencionados PCBs (utilizados en aceites de transformadores, fluidos hidráulicos, resinas aislantes, pinturas y selladores de juntas de hormigón, etcétera), muy tóxicos y que deberían haber ido a una planta de tratamiento y no a depósito en un vertedero de residuos no peligrosos. De todas formas, estos residuos peligrosos que van mezclados con tierras, residuos de construcción, etcétera, como es el caso de los residuos de amianto, deberían ser confinados en celdas de seguridad. En el País Vasco tenemos una experiencia muy interesante, y muy buena, con la construcción de las celdas de seguridad de Argalario en Barakaldo y en Loiu para albergar tierras contaminadas por lindane.

Sin duda, la situación del vertedero de residuos no peligrosos de Zaldibar, y de otros, deberían propiciar un debate en la sociedad vasca, en el plano técnico, que podría contribuir a que trágicos sucesos como el del vertedero de Verter Recycling en Zaldibar no se repitieran. O, al menos, que no tuviesen las mismas consecuencias porque en las actividades industriales el riesgo cero no existe, aunque nos podamos aproximar a él.

Espero que se pueda recuperar a los dos operarios sepultados, que se tengan en cuenta las heridas psicológicas y sociológicas que se crean tras este tipo de sucesos, que continúen los controles de aire, aguas y suelo y se actúe con la mayor información y trasparencia, el mejor antídoto para que no caigamos en el alarmismo, y que se aborde y revise la política de gestión de residuos con la mayor rigurosidad posible en el plano técnico. La defensa del medio ambiente y en este caso de los residuos debe de hacerse de forma responsable de acuerdo a criterios preventivos, ambientales y públicos y no a criterios exclusivamente económicos.

* Experto en temas ambientes, Premio Nacional de Medio Ambiente y Premio Periodismo Ambiental