LA triste actualidad mediática ha llenado los informativos de lágrimas, dolor y también incomprensión, llevando a los primeros puestos las ofertas -o desofertas- políticas frente a estos dos problemas tan vitales. Ya no importa si en los preámbulos, antes de la actuación de un candidato, el orador-presentador confunde el nombre del líder y le llama Pedro o Pablo, cuando al fin su nombre se le ha olvidado por la precipitación; tampoco importa que un candidato vaya a Getxo, en Gipuzkoa y no en Bizkaia; incluso se pasará por alto que Albert Rivera, con lo que hubiera gustado esta noticia del corazón, no confiese que está coqueteando con Malú. Los políticos, aunque estén enamorados de las estrellas, no suelen hacer ruedas de prensa sentimentales. Ahora, en campaña, entran nuevos ingredientes, como en otro tiempo el protagonismo se lo llevó el terrorismo. El debate del 2019 es el derecho a la muerte y el trato digno a la mujer, la otra violencia de genero.

Mientras se abre la campaña, con muerte digna o derecho a la vida indigno, violencia de genero o feminismo -al fin los términos se confunden en el barullo de las palabras a gritos de los mítines-, la verdad, la cruda verdad de la realidad, sigue defendiendo sus principios como un dragón herido. Urge sacar del Código Penal la eutanasia. El 84% de los españoles se declara a favor de la eutanasia. Jacques Pohier, teólogo y filosofo francés, asegura que la eutanasia voluntaria “no es una elección de vida o muerte sino de forma de morir”. En este momento, la Audiencia Nacional se ha convertido en la tierra prometida, capaz de derogar una ley, una ley que obliga a la aberración de vivir con pánico y la muerte y la vida, sin autonomía. Muchos votantes esperan que Pedro Sánchez sorprenda gratamente, después de las elecciones electorales, con un sí a la eutanasia. El mismo sí que trajo a los soldados de la guerra, en contra de los deseos de José María Aznar, cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue nombrado presidente. Las propuestas, tímidas o manifiestas, están colocando en dos bandos, claramente diferenciados, a los que dentro de unos días llevarán sus papeleta a las urnas.

Tenemos que acostumbrarnos a oír palabras insultantes y electoralistas que nada tienen que ver con la realidad, simplemente son una carrera de obstáculos para llegar el primero a La Moncloa.

En Portugalete, Danel llora El hijo de Maribel Tellaetxe, muerta hace unos días en su casa después de 17 años de dolor, Danel, lloraba ante una sala llena de espectadores y numerosos periodistas por no haber cumplido los deseos de su madre. Daban ganas de acunarlo en los brazos, como a un niño pequeño, cuando las lágrimas rodaban sin permiso por su cara de hombre doliente. Estuve en la mañana lluviosa del pasado jueves 11 en Ballonti. En un cine se proyectaba un documental sobre un día de la vida de Maribel, la paciente de Portugalete que ha muerto hace unos días víctima del alzhéimer, abrasada de dolor y llanto.

Ya no hay arriba ni abajo, / si vienes o vas, / tampoco izquierda y derecha, / ni delante ni detrás. / Nunca sabe dónde está, / no expresa dónde le duele.

Las convulsiones, previas a la muerte, empezaron con revolcones en el suelo. Maribel era incapaz de decir si se había golpeado la cabeza o el corazón, porque perdió la memoria y ese sentido no se encuentra en ningún sitio. Hace tiempo -17 años-, cuando sintió por primera vez que la cabeza empezaba a irse de vacaciones, le pidió a su hijo Danel: “No me dejes cuando confunda los nombres de vosotros, mis hijos, y de Txema, vuestro aita. Ayúdame a irme. Prométemelo”. Y Danel -ante los numerosos periodistas que asistieron a una rueda de prensa y los amigos que llenamos la sala (ninguna butaca libre), insistió antes de empezar la proyección del documental. “No he cumplido la promesa que hice a mi ama, porque no me lo han permitido. Espero que entendáis el porqué del título”.

Se han apagado las luces y ha empezado. La promesa con un subtítulo: La vida es un derecho, no una obligación. El documental de un día en la vida de Maribel lo ha hecho Danel con dos amigos que hacen cine. Al salir de la proyección, como todos los asistentes con los ojos llenos de lágrimas, Txema, el marido de Maribel, me ha regalado una bolsa. No sé cómo he podido llegar a casa con tanto peso de amor, cariño, besos y espera. Eran tantas las palabras que Txema ha dicho estos días amargos a su esposa, que yo no podía sostener tantos versos en mis manos y tantos susurros cantados al oído de su amada Maribel.

He vuelto a recordar el adiós de Ángel Hernández a su mujer, esa prueba de infinito amor (después de 40 años de sufrimiento) repetido hoy al ver al enamorado de Portugalete. Y he sentido asco de una jueza -Dios me lo perdonará-, una jueza que en su ignorancia ha dicho que Ángel cometió violencia de género al “matar” -prestar sus manos, es otra cosa- a su mujer para finalizar su vida. “No sabe, no conoce -decía el hijo de Maribel a los que íbamos a asistir a ese documento-, esa tortura de amor”. Quizás tenemos jueces sin juicio.

Txema, que se ha hecho poeta enamorado -creo que lo fue siempre-, dice en versos la angustia cotidiana: El sujetador bien puesto, / las braguitas al revés/ la camisa por las piernas, /pantalones por la sien. / Calcetines en las manos /y los guantes por los pies, / el mundo patas arriba, / ¡qué curioso así se ve! Una sandalia? un zapato, / el jersey por la cintura, / los pendientes en los dedos, / ¿los anillos?, ¡que locura! / atados con un cordel / colgaditos por la nuca. / Los polvitos de la cara / dando colorido al pelo / y la sombra de los ojos/ dando en la nariz reflejos. / No voy a corregir nada, / mantendremos el disfraz, / todos los días de nuevo / disfrutando el carnaval.

Y cuenta: Unas veces soy tu aita, / otras tu hijo predilecto, / mas cuando nos abrazamos / soy tu amor puro y sincero.

Por ese amor, Txema movilizó al país. Consiguió más de doscientas mil firmas pidiendo la despenalización de la eutanasia a las instituciones para su mujer, entregó las firmas al Congreso de los Diputados. Maribel llevaba 17 años sufriendo. La ley lleva años bloqueada por el Partido Popular y Ciudadanos cuando hoy, en este momento, numerosos enfermos sufrientes esperan que cese su dolor. María José Carrasco, un ejemplo, llevaba 15 años sufriendo de ELA con suspersensibilidad y dolores espantosos, obligada a vivir una vida que no es. “Yo quiero dejar de sufrir -decía- y que sea de forma legal”.

“La lucha sigue -me dice Txema-, esto no ha terminado, seguiremos por todos los que quedan sufriendo”.

Danel, quiero decirte desde estas letras, que has cumplido la promesa que le hiciste a tu ama. No llores, ella lo sabe. Ha recuperado los recuerdos en el más allá, su capacidad de amar, el infinito cariño que sintió en su piel durante tantos años de la cercanía envuelta en ternura, de todos vosotros.

Cada noche leeré un poema de Txema Lorente para poder entender el dolor que sintió un amante al ver morir a su amada:

Besaré tus manos frías de impotencia, / besaré tus ojos, aunque no me vean, / besaré tus labios mudos de consciencia. / Tuyos son mis besos, mía tu inocencia.