ESCRIBO estas líneas recordando en primer lugar al lehendakari José Antonio Ardanza. Mi recuerdo desde la cercanía y la amistad que labramos hace ya treinta años y que nos unió en un hecho poco conocido pero que a la postre ha tenido una influencia positiva en el devenir de la lengua vasca y de algunas de las organizaciones que participan en el proceso de recuperación del euskera.

Me refiero a que este año se cumplen treinta del acuerdo entre AEK y el Gobierno vasco que puso las bases para superar un desencuentro que duraba años. Como sucede en multitud de ocasiones, los firmantes de este acuerdo no fueron, precisamente, los artífices del mismo. Fueron otras las personas las que empeñaron su palabra y asumieron los riesgos, haciendo posible lo que parecía imposible, teniendo en cuenta experiencias pasadas que acabaron en fracaso.

Una de esas personas que fueron clave en ese proceso y en ese acuerdo fue el lehendakari José Antonio Ardanza. Cuando parecía que el acuerdo se alejaba, su intervención resultó providencial. Tomó la decisión en un contexto donde un sector de la llamada izquierda abertzale hizo todo lo que estuvo en su mano para que el acuerdo no fuese posible… Lo hizo, también, superando resistencias y reticencias internas. Lo hizo desde el convencimiento de que el euskera es de todos y para todos, de que nuestra lengua necesita del concurso del esfuerzo de todos y todas. El euskera tiene que convertirse en uno de esos elementos que ayuden a construir una sociedad abierta, cohesionada, inclusiva y plural. Nunca vamos a recuperar y normalizar nuestra lengua desde la exclusión, el sectarismo y la utilización partidista de un bien común. ¡Por ese camino no hay futuro!

Vivimos en un contexto donde parte de esta sociedad quiere sustentar nuestro futuro en el olvido selectivo de lo que hemos padecido durante décadas. No se puede reescribir la historia, no se puede obviar el sufrimiento infringido… por mucho cambio de look, no se pueden esquivar las responsabilidades que atenazan a un sector político que ha hecho y hace de la exclusión, de la persecución del que piensa diferente parte de su acción política. Vivimos momentos donde lo táctico, llegar, sea como sea, a mayores cotas de poder es lo importante, pero… detrás de la cara amable está el rostro pétreo de aquel que no asume ninguna responsabilidad y ese proyecto excluyente que tanta desazón ha originado.

En tiempos de Ardanza se dieron importantes pasos en materia de autogobierno, pacificación y en políticas públicas en el ámbito industrial y social. Pues bien, hagamos memoria. En todos los avances que se han dado en este país en materia de autogobierno, recuperación del euskera, enseñanza, sanidad, políticas de inclusión, vivienda, políticas de transformación y mantenimiento de la actividad industrial, etcétera aparece una constante: los que dicen que nos merecemos un gobierno decente nunca han estado presentes.