LOS tres goles marcados en la portería del Girona suponen el margen más amplio logrado en una victoria por el Athletic en la presente campaña. No es la primera vez que se da, pues en octubre superó al Espanyol con un 4-1 y en noviembre, el Elfsborg también encajó un 3-0 en San Mamés. Lo que diferencia el último triunfo de los dos mencionados sería la entidad del oponente. El potencial del equipo dirigido por Míchel es bastante superior al de los pericos e incomparable al del conjunto sueco, sin duda el más flojo de cuantos ha enfrentado el Athletic.

Ganar siempre cuesta, hacerlo con un resultado tan concluyente entra en el terreno de lo excepcional, como reflejan los datos aportados. En el caso que nos ocupa, el partido del sábado, posee su importancia el momento en que se produce. No solo por hallarnos en febrero, que de por sí constituye un indicativo a considerar, sino porque el Athletic venía de gestionar una serie de ocho compromisos muy seguidos que, claramente, habían hecho mella en su rendimiento.

Parece evidente que disponer de repente de un período razonable para recuperarse de los esfuerzos acumulados hasta la visita al Villamarín y preparar la siguiente cita, ha tenido un efecto revitalizante en las filas rojiblancas. Cuatro sesiones en Lezama y un día de fiesta han permitido recobrar ese punto de frescura tan necesario para que brote la energía que distingue la propuesta del grupo de Ernesto Valverde.

De nuevo, ante el Girona, salió a relucir esa versión retadora, una auténtica penitencia para el rival, obligado a realizar un exquisito ejercicio de concentración, así como un despliegue físico que no se exige en muchos otros partidos. Cuando el Athletic se suelta, enfrente lo acusan. Al margen del grado de acierto, lo que le convierte en un enemigo indeseable es el trajín, el ritmo, la insistencia, las revoluciones tan altas, la resistencia, la velocidad para ir a robar y, enseguida, proyectarse en ataque.

Lo mencionó el entrenador, en vez de poner el acento en la puntería o la producción rematadora, aludió a “nuestro nivel de presión”. En esa labor concreta situó el origen del éxito, le encantó la aplicación colectiva para atosigar al adversario. Y añadió, “juntos”: solo de ese modo, con todas las líneas funcionando como un solo hombre, yendo muy arriba a morder, incluidos los defensas, pese a que en ocasiones ello implique asumir cierto riesgo a la espalda, se consigue lo pretendido. Primero, desfigurar la personalidad del contrario, impedir que se desenvuelva con la pelota; luego, forzarle a exprimirse en las facetas más ingratas del juego. Con frecuencia es ahí donde terminan sucumbiendo, cuando toca remangarse y equipararse en intensidad.

El Girona, por ejemplo, desde el inicio trató de apoyarse en sus contrastados recursos para la combinación, para salir de su área tocando. Fue cediendo con el discurrir de los minutos y encajó dos goles, pudo caer alguno más. Hizo un segundo intento tras el descanso, volvió a ser fiel a su identidad, se lo exige Míchel y, además, de ello depende para aspirar a los puntos, pero resultó inútil. En el depósito del Athletic aún quedaba combustible y ganas de darse el gustazo de obtener un triunfo concluyente, el que otorga un tercer gol.

“Me he sentido suelto” declaró Maroan Sannadi para describir cómo vivió su presentación en sociedad. Lógico. Ingresó en el campo con tiempo para intentar cosas y lo llevó a cabo porque el equipo seguía entero, muy consciente de que, con un repliegue medio, tenía controlado al Girona, para entonces desactivado, resignado, consciente de que aquello no tenía vuelta de hoja para sus intereses.

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Las imágenes de la presentación de Maroan Sannadi como jugador del Athletic Pankra Nieto

El partido había entrado en una fase relativamente tranquila, aletargada si se quiere, pero en la actitud del equipo nunca falta el inconformismo, va en su ADN. El espíritu, su esencia, le empuja a perseverar, huye de la especulación. Así que el ariete se soltó, como para no hacerlo. Con su osadía y deseo de reivindicarse contribuyó a encender la chispa, reflejada en cuatro aproximaciones a Gazzaniga, que llevaba ya un rato tranquilito, desde el intermedio. La quinta subió al marcador, para regocijo propio y del entorno, que tanto agradece ver a los suyos ir de cara, sea cual sea el marcador.

Suelto, soltura para bailar a lo suelto en torno a un balón que quizá esté más minutos en las botas rivales. Bueno, no deja de ser un detalle secundario para este Athletic, empeñado en demostrar que en realidad le pertenece porque sabe darle el uso adecuado para decantar el partido a su favor.