EMPEZAR a preguntarse dónde está el techo del Athletic resulta razonable a la vista de los resultados que viene encadenando y casi inevitable después de su victoria sobre el Real Madrid. Hoy, se diría que nada puede frenar ese ímpetu del que se vale para someter a los rivales, a sabiendas de que no deja de ser una forma de hablar. Sabemos de sobra las vueltas que da el fútbol y que nadie está libre de sufrir altibajos al cabo de nueve meses de competición. Pero, ante tanta pujanza, cómo no ponerse a soñar, especialmente cuando aún resuenan los ecos del jolgorio provocado por el clásico. Hay días en que la euforia no está contraindicada, es sana, incluso conveniente.

¿Quién puede detener a este Athletic descarado que avanza a la carrera en casa y fuera, en Europa y en la liga? El propio Athletic, sería la respuesta con mayor porcentaje de probabilidades de acierto. Más allá de que sufra baches o derrotas indigestas de vez en cuando, que para eso es de carne y hueso, todo va a depender de su capacidad de resistencia en una temporada que constituye un viaje a lo desconocido para la plantilla.

Qué duda cabe de que hasta la fecha su comportamiento le hace acreedor a una bonita calificación, rondando el notable alto, pero sucede que todavía ni siquiera se ha doblado el ecuador del calendario. Apenas van una veintena de compromisos disputados y serán algunos más de esa cifra los que deba gestionar en el curso de los próximos seis meses.

Por ahora sí es legítimo afirmar que va bien, mejor que bien, y que emite síntomas que invitan a mirar el futuro con esperanza, optimismo, alegría. Y no por casualidad: va viento en popa por lo que Valverde está intentando transmitir últimamente. Después de despachar al Madrid, aludió al ritmo, al hecho de apretar e incomodar al rival en todo lo posible, a modo de clave explicativa del éxito. Se congratulaba de que, frente a un rival de campanillas, el Athletic había sido fiel a la identidad que se ha empeñado en inculcar a la plantilla, que no es sino una versión equilibrada y afilada del Athletic de toda la vida con los futbolistas de hoy. Subrayaba el entrenador esta cuestión concreta: el equipo se había emulado a sí mismo, se vació a fin de plasmar aquello en lo que “creemos que somos buenos”.

Bueno, pues esta misma idea fue la que expresó justo una semana antes, el jueves anterior después de vencer con holgura al IF Elfsborg. Entonces, aseguró Valverde sentirse especialmente orgulloso de que “no les hemos dejado hacer casi nada”. Estuvo generoso, en realidad los suecos no ofrecieron nada en absoluto a su paso por San Mamés, agobiados por la agresiva presión del Athletic.

Una de las imágenes más impactantes del partido de este miércoles se registró justo en los minutos posteriores al gol de Berenguer, con tres hombres acosando a los defensas del Madrid a escasos metros del banderín de córner. Cualquiera hubiese aprovechado el momento de alivio que significó el 1-0 para tomarse un respiro y aguardar prudentemente la réplica enemiga. No el Athletic, que ya acumulaba casi una hora sin parar de morder muy arriba y ni se lo pensó: había que seguir mordiendo y cuanto más cerca de Courtois, mejor.

Lo importante, a juicio de Valverde, pero también desde una perspectiva externa al equipo, más allá de que esta forma de expresarse en el campo guste más o menos, sea efectiva o no, valga como fórmula aplicable de manera permanente o no, estriba en que el Athletic se afana en desplegarla con una actitud encomiable. Aplica idénticos o muy parecidos argumentos ante equipos de muy distinto rango, observación que se ilustra con el ejemplo reciente: a ver, ¿qué tienen en común el Elfsborg y el Madrid, aparte de que ambos salen con once hombres? Desde luego, media un abismo en términos de calidad, pero ni uno ni otro supieron desactivar eso en “lo que somos buenos”, como se jacta Valverde.

Y son buenos porque el vestuario ha interiorizado que ahí radica su fortaleza y le da igual quién esté delante. Así que mientras los marcadores sean favorables (en líneas generales, que siempre no se puede ganar), el Athletic no tendrá más problemas para aspirar a las metas que el ya apuntado de aguantar mental y físicamente el tute que está llevando.