LOS números son lo más objetivo que existe en el fútbol. Son irrefutables. Los del Athletic en el balance de estas veintidós jornadas disputadas no nos dicen cosas buenas, es más, generan muchas dudas y necesitan explicación. El equipo mete goles pero a los de abajo y se atasca con los equipos de la zona noble de la clasificación.
Hubo un tiempo en el que se reclamaba precisamente esto. Los leones perdían muchos puntos ante equipos de entidad menor y sí que eran capaces de vencer, casi siempre en casa, a los gallos de la categoría. En este curso, a los que luchan por la permanencia se les gana y hasta golea. Por contra, la dificultad es mucho mayor ante quienes te preceden en la tabla o incluso están por detrás. Es sorprendente pero tan cierto como los guarismos lo indican. Los de Valverde no ven puerta ante aquellos equipos que mejor se comportan en esta liga mientras la ven sumamente fácil ante los que tienen problemas. El dato es muy significativo, solo ocho partidos contra los de abajo y veintidós puntos y 24 goles. Catorce partidos ante los mejores y diez puntos y siete goles a favor. Valverde tiene que estar preocupado, ya que en la nómina de equipos no ganados hay unos cuantos que son perfectamente batibles, otro tema es con Madrid, Barça o Atlético. Llevado el asunto a fuera de casa o como locales, el asunto se torna en drama. Cádiz, Elche y Valencia son las únicas victorias como visitantes, los empates en Sevilla ante Betis y los de Sampaoli son lo más lustroso de un equipo que fuera de San Mamés se hace pequeño. Esto no es nuevo, pasa desde hace tiempo. La temporada arrancó con la ilusión de ver un nuevo Athletic en el que la evolución de Nico Williams y Sancet entre otros iba a dotar al equipo de un mayor control de balón y de una calidad en tres cuartos que podía cambiar el transcurrir de muchos partidos. Está claro que esto ha pasado, no con la frecuencia deseada y no ante los equipos que hubiese gustado. El famoso Rock and Roll, un error a quien se le ocurrió, está en la mente de todos y flaco favor le está haciendo a un grupo que no necesita de eslóganes baratos y sí de dosis ingentes de confianza. Lo acontecido en el Metropolitano no debería de ser motivo de alarma. El tema es que se repitió el patrón del choque ante el Celta en Balaídos. Un primer tiempo correcto dio paso a una segunda parte mala. El equipo se encogió de manera fulminante y el rival agarró el partido con una tranquilidad no habitual en un partido de Primera División. Entiendo que no es una cuestión física. Venimos de semanas limpias en las que no hay competición entre semana y el parón del Mundial también dio un descanso a los futbolistas. Es más, si alguien podría quejarse de ello sería el Atlético, con hasta doce integrantes de su plantilla en el torneo de Catar. Ernesto y sus chicos deben resetear y empezar a cambiar dinámicas y huir de discursos conformistas. Es la temporada idónea para alcanzar Europa visto cómo andan Villareal y Sevilla. Como suelo escribir en esta columna, nunca censuraré la entrega y actitud, es una seña de identidad de los jugadores del Athletic. Hay días en los que los rivales son mejores y punto, poco hay que hacer ante eso. Ahora bien, en cuanto a la intensidad y cómo apretar a los contrincantes no podemos dar un paso atrás. Hay tiempo y partidos de sobra para conseguir el objetivo marcado. Un entrenador con experiencia que conoce a la plantilla a la perfección y que conoce al Athletic como nadie. Es el momento de volver a crecer.