Este año voy a cumplir un sueño que me ha acompañado desde hace mucho tiempo: vivir la cultura vasca a miles de kilómetros de Euskadi. Y no de cualquier manera, sino de la forma más intensa y auténtica posible: participando en la Euskal Jaia que se celebra en Boise (Idaho, EE.UU.) del 29 de julio al 3 de agosto. Después de una larga espera de diez años -y una suspensión debido a la pandemia- miles de vascos y descendientes de vascos nos volveremos a reunir para celebrar lo que somos. Esta cita no es simplemente una fiesta, es un reencuentro con nuestras raíces, una afirmación de identidad y una demostración de que la cultura vasca no entiende de fronteras. Boise se convierte durante esos días en un pequeño Euskadi. Estoy segura de que vivir esta experiencia será muy enriquecedor. Estoy preparada para emocionarme y dejarme llevar por los recuerdos de quienes llegaron allí hace décadas y mantuvieron viva la llama. Quizá me sea difícil resistirme a recoger historias porque, en el fondo, estas celebraciones están llenas de relatos que merecen ser contados. Historias de aitites que cruzaron el océano, de nietos que aprendieron euskera en Idaho, de familias que llevan generaciones cultivando su amor por nuestra tierra muy lejos de ella. La experiencia será única y la voy a vivir con los cinco sentidos. Algún irrintzi caerá, lo prometo.  

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