Hay decisiones que duelen, sobre todo cuando afectan al corazón. La posible marcha de Nico Williams al FC Barcelona ha abierto una herida entre los aficionados del Athletic. No solo por lo deportivo —los jugadores van y vienen, eso es ley de vida— sino por lo que representa su figura en el imaginario rojiblanco. Su nombre, su energía, su vínculo con Iñaki y con Lezama. Su historia.
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Pero lo que duele más que una decisión personal es la reacción irracional de algunos. En Barakaldo, alguien decidió tapar con pintura el retrato que Carlos López realizó de Nico Williams en una pared que compartía con su hermano y con Iker Munian. Una obra de arte que no solo era un homenaje a tres futbolistas, sino a la esencia del Athletic. Es frustrante ver cómo algunos confunden amor por unos colores con la intolerancia a las decisiones individuales.
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Su historia no se borra
Nico, como Iñaki, ha dado lo suyo al Athletic. Y si decide marcharse, su historia no se borra por eso. La esencia del Athletic no se mide por nombres propios, sino por la idea colectiva que nos une. El mural de Barakaldo no era solo pintura. Era esfuerzo, arte, memoria... Como si cubrir un rostro fuera suficiente para callar lo que representa. Podemos estar dolidos, sentirnos traicionados, pero nunca justificar el desprecio a la expresión artística. Eso nos empequeñece como afición y como sociedad.