Acaba de terminar un puente festivo en el que la afluencia de turistas, aunque un poco espantados por la adversidad climatológica, ha dejado números importantes. Hasta ahora era algo para felicitarse y además animaba a estudiar nuevas estrategias para posicionar mejor las ciudades y atraer nuevos visitantes. Desde hace un tiempo, la celebración es agridulce por el temor a que nuestras calles se llenen de turistas y acaben desplazando a los vecinos como ya ha ocurrido en ciudades como Barcelona o Ibiza. La verdad es que pensaba que nosotros, digo Bilbao o la propia Donostia, estábamos muy lejos de llegar a esa realidad de gentrificación hasta que hace una semana fui a pasar unos días a la Bella Easo. Fueron un miércoles y un jueves pero aún así me pareció bastante raro que en el centro apenas hubiera gente. Al anochecer fuimos a la Parte Vieja y la mayoría de los bares estaban cerrados y los que no, tenían más clientes turistas que autóctonos. Me extrañó. Preguntando al día siguiente en un comercio me dijeron que ahora a los donostiarras les gusta quedarse en sus barrios porque han pasado un verano totalmente invadidos por el turismo con la consecuente subida de precios. Me pareció un poco exagerado pero me dijeron que los propios hosteleros han hecho una campaña con el eslogan La Parte Vieja es de los donostiarras, para recuperar a los vecinos. Hace bien Bilbao en ponerse la venda antes de la herida y prohibir ciertas prácticas.