Parece que fue ayer cuando la reina de la fiesta por excelencia (no piensen que hablo de mí, ya me gustaría, me refiero a nuestra querida Marijaia), salía al balcón del Teatro Arriaga para dar inicio a Aste Nagusia. Parece mentira, pero ya ha pasado un año y una vez más, vuelta a empezar. Bilbao ya se ha transformado para acoger a millones de personas que, durante nueve días, inundarán cada rincón de la villa. Reconozco que cuesta arrancar, sobre todo porque a una le toca un año más trabajar en fiestas. Me gusta, sí, pero los años pesan y la semana se hace cada año un pelín más larga. Sin embargo, ahora desde la redacción también estoy preparada para vivir las fiestas. Ya tengo limpio y planchado el pañuelo festivo y he rebuscado en el cajón el broche y los pendientes de Marijaia que me regalaron el año pasado y que luciré con orgullo. Lejos quedan aquellos años en los que era bastante más llevadero combinar una o dos gaupasas -dependía del plan-, con cubrir en la calle reportajes del txikigune o de las bibainadas en Doña Casilda (confieso, a lo bajini, haber echado alguna cabezadita con las canciones inspiradas en el botxo de fondo). ¡Qué años aquellos! ¡Los echo de menos! Intentaré vivirlas de otra manera porque si algo ofrece las mejores fiestas del mundo (y eso sí que no es una bilbainada) son planes para todos los públicos y encima gratis. Disfrútenlas como si fueran las últimas y que la brillantina se apodere de tod@s. Déjense llevar, pero con respeto. Gora Marijaia!
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