Pues al final han defenestrado a Biden para no tirar la casa (blanca) por la ventana. Ni, por lo que parece, los cientos y cientos de millones recaudados y gastados en campaña. Que para eso no importa ser octagenario. Parece que, más tarde que pronto, la inteligencia estadounidense -tras los trajes y gafas de sol debe haberla, como las meigas, siquiera artificial- le había ido contando los años y hasta advirtió alguna consecuencia. De la edad. Aunque por los antecedentes ¡cómo está el servicio (secreto), oigan! tampoco sería de extrañar lo contrario. Es decir, que le hubiese contado las consecuencias y advertido algunos años. Porque, sí, había dado muestras sobradas de estar entre mayor y lo siguiente, que es senil, como para dejarle la llave del maletín nuclear en el bolsillo de sus pantalones cuatro años más (que todavía la lleva), pero ya me dirán qué más da si eso de la geoestrategia es en todo caso una convención internacional de esquizofrénicos y si uno mira al lado opuesto del mundo que llaman libre... Efectivamente, allí tambien desaparecen candidatos. Pero de otra forma. Así que está la cosa como para diferenciar entre un chimpancé con fusil y un mono con pistolas. Y eso con el elefante republicano, un tal Donald Trump, a las puertas de la cacharrería, forma coloquial de llamar al negocio de las armas cuando hay guerras, que es siempre. ¿Empiezan a entender por qué hay tanto millonario empeñado en viajar a la luna?