CONSIDERADO uno de los primeros héroes de ficción de la cultura moderna, Johnston McCulley creó en 1919 El Zorro, personaje mil veces literaturizado y llevado a la pequeña y gran pantalla. Cómo no, no se le ocurrió feminizar su ingenio y dejó el término zorra como recurso para despreciar y adjetivar peyorativamente a la mujer, que por el hecho de serlo no podía ser ni heroína ni sagaz. No es de extrañar que con la elección de Nebulossa para competir en Eurovisión de nuevo hayan vuelto a salir de la caterva los reventados que se indignan con cada elección. Lo mismo les da que un año se interprete flamenco, dembow, pop clásico o música ochentera. La cuestión es rellenar espacios cargando contra el certamen porque su alma se quedó en el tardofranquismo. Que es lo mismo que si renegáramos del Athletic porque un día al dictador le dio por españolizar su nombre añadiéndole la letra O. Con Zorra, un himno liberador que tuvo en 1983 un precedente, el de Las Vulpes cuando en aquella televisión pública cantaron lo que querían ser, no solo se rompe la barrera del edadismo (Mery y Mark, el dúo Nebulossa, lucen 55 y 47 años, respectivamente), sino que se da otra patada en el culo a esa España rancia que aún vive en tiempos de Salomé, al resignificar un vocablo en pro del empoderamiento y la libertad. De querer ser “una zorra de postal” y “salir a la calle a gritar lo que siento a los cuatro vientos”. Europa ya lo hace. “Zorra, zorra, zorra...”.

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