SHAKIRA lleva días obligándome a madrugar aún más porque su bizarrapada me saca más tarde de esa ducha donde practico en bucle su aullido. No nos ha descubierto ningún género nuevo porque el beef, jerga de batalla musical donde aprovechas para echarle al otro toda tu bilis, ya lo viralizó en 1995 Alanis Morissette con su You oughta know, dedicada a su exnovio cuando le decía: “¿Sabe ella que me dijiste que me abrazarías hasta que murieras? Pues todavía estás vivo”. A los que farfullan contra la de Barranquilla les animo a distinguir entre rencor e ira, porque lo mismo se ha quedado corta. El resentimiento es hacer fotocopias del dolor, y no está de más que el otro se las lea, porque se escriben, además, desde la decepción por tanto cariño. Uno coge la letra de esta Sessions #53 y poco tarda en ponerle caras y situaciones: la de tu expareja, aquel amigo, tu jefe, el trabajo... El tobogán nos desliza siempre a un punto semejante de no haber convivido en clausura. Podía haberse detenido al medio minuto cuando le espeta lo peor que uno diría de alguien: Tanto que te las dabas de campeón y, cuando te necesitaba, diste tu peor versión. El resto es una oda al desahogo bien traído sin que nadie deba temer por sus hijos, que no son tontos. Un spin-off de aquella Rata de dos patas que nos cantaba Paquita la del Barrio. Comparto con Shaki: “Cuando la vida te tira limones amargos, no queda otra que hacer limonada”. Y quedarte tan ancho. Pa’tipos como túúúúúúú.

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