NO hay consenso en la clase política española ni cuando se trata de calificar la participación de Euskadi en campeonatos mundiales de surf y pelota. ¿Es una migaja simbólica? ¿Se está rompiendo España? A saber. Menos mal que somos mayorcitos para hacer nuestras propias valoraciones. Lo que ya está claro es que el reinado de Alberto Núñez Feijóo no es terrenal, sino más bien etéreo y simbólico. Por debajo manda la Ayuso, que junto a Rosalía y Chanel forma parte de la santísima trinidad del powerío femenino patrio. La presidenta de Madrid no para de acumular cargos y ya luce el de jefa en la sombra del PP. No tardará en salir a la luz. Ya sea si el gallego fracasa en su intento de pisar la alfombra de la Moncloa o por puro relevo generacional. Le impulsa la gasolina de la ambición y no hay descarbonización que pueda con ella. Tampoco le va a hacer temblar el pulso la situación económica que se avecina. No se percibe ni un solo resquicio para el acuerdo. Es más, el PP parece dispuesto a hacer más grandes las diferencias porque estima que es la forma más rápida de llegar al poder. La apuesta puede salirle bien, porque hay una millonada de electores esperando que la guillotina caiga sobre Pedro Sánchez y el eje del mal que le da sustento parlamentario. Algunos pensarán que el fin justifica los me-dios. Otros no verán más que el objetivo final, aunque a los lados del camino todo sea un caos por culpa de quien maneja los hilos desde la sombra para culminar su propia carrera meteórica.