LEÍ hace días al experto Alex Rayón que tener infinidad de seguidores en la redes sociales no es garantía de persuasión para que te compren algo. Del mismo modo que tener muchos seguidores no significa tener criterio alguno. Ejemplos hay millones, tantos como vasto es el universo digital. Conozco tanta gente obsesionada con sus likes que hace vídeos ridículísimos en IG (¿qué es hacer el ridículo?), como gentes que no tiene una sola cuenta en una red social. En ambos casos son muy pocos, ni los obsesionados con sus clicks ni los que habitan en la Babia digital. Y sin embargo, sus protagonistas están fuera de la realidad, los primeros por inventarse un mundo paralelo donde su autoestima depende tristemente de los clicks y los segundos... ¡qué sé yo qué les pasa a los segundos! ¿Pereza o incapacidad por aprender nuevas herramientas? ¿El deseo de evitar la exposición o un estrés innecesario? ¿Falta de interés por las nuevas competencias digitales? Los primeros tienen un afán en mostrarnos siempre algo cuando en realidad nos están mostrando todo; con los segundos acabamos siendo condescendientes por su analfabetismo, a pesar de su mediana edad y que siempre sortean con algún familiar que maneja la herramienta. Y en ambos casos sigue haciendo falta criterio, el primero para saber por qué quieres influenciar o que te cliquen, el segundo, por una razón tan simple como no quedarte atrás "porque eso es cosa que chavales".

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