CUADOR de la campaña madrileña y hay fatiga, de la pandémica y de la otra aunque la izquierda está ahora movilizándose a base de amenazas y de Rocío Monasterio que, en su mensaje y voz, parece que te acaricia y, en realidad, te está poniendo unos electrodos. Madrid se la juega al rojo o azul y todos miramos estos comicios como algo muy raro pero muy real. Con balas, navajas y la ultraderecha traspasando el límite de todo lo soportable. Si estas elecciones son el spoiler de lo que tendremos en las próximas generales preparémonos para los barreneros, que los hay profesionales y que una vez dinamitada una campaña, dinamitan todas. Resultaban exagerados esos cuentos épicos de las elecciones madrileñas como la madre de todas las batallas pero el debate radiofónico de la semana pasada dio la razón a Popper y la sobrevaloración de la tolerancia, esa que ejercida sin límite y también con los intolerantes termina con la propia tolerancia, además de hacer ruido y poner una campaña entera perdida de mierda a base de pimpampum. Relativicemos, ni en Madrid se está librando una guerra ni todo está cubierto de tanto dramatismo y ofensa. Salvo porque ganará y volverá a ser presidenta la candidata más equidistante de todo este espectáculo de ínfima calidad, sobre todo democrática, canibalizando a C's, mientras la izquierda tratará de seguir avanzando y el más moderado, no ser engullido por los extremos. ¿No es más o menos lo de siempre? susana.martin@deia.eus