OMO el eslogan que hace medio siglo creó L'Oréal Paris, la vanidosa élite del balón, auspiciada por el generalísimo Florentino Pérez, se quería desmarcar del común de los mortales montándose un chiringuito exclusivo al grito de "porque yo lo valgo". El Madrid "castizo y generoso", el Barça "de los valores", el Liverpool que se vanagloria de no caminar "nunca solo", la Vecchia Signora... Y así hasta enumerar a los doce apóstoles fundadores de una competición más parecida al club de los poetas muertos que, para mayor chiste, decía pensar en el bien de los humildes. En el Eibar, el Burnley o el Benevento. "Lo que da salud a la competencia es la posibilidad de salud de los débiles, no el exceso de crecimiento de los fuertes". La réplica de Bielsa es solo una de las incontables muestras de repulsa que han obligado a los protagonistas a desertar de la Superliga, cuyo fin era paliar los más de 7.500 millones de deuda que arrastran para que el cotarro, como en la Euroliga, se dirimiese entre unos pocos. Los de siempre. Con la pandemia como excusa para tapar los agujeros de sus costosos fichajes, aunque es verdad que los modestos han mirado siempre para otro lado en el reparto de la tarta televisiva con tal de caerle unas migajas. Ni el cortijo de la UEFA justifica tanta desvergüenza. Como tampoco es oportuno que el Figo de turno hable de codicia; o el alegato al fútbol de barro de quien optó por la fama y dice seguir al Zaragoza entre el oropel del autobús del PSG.

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