L epidemiólogo Fernando Simón, convertido en un artista de la pista, es ya objeto de grafittis en las calles de Madrid y figura de un caganer en Catalunya. A punto de morir de éxito, el director del centro de emergencias anda esta semana pidiendo disculpas por un comentario sobre las enfermeras. "¿Te gustaban las enfermedades infecciosas o las enfermeras infecciosas?", le preguntan a modo de chanza en un canal de youtube. A lo que él contesta: "No les preguntaba si eran infecciosas o no, eso se veía unos días después". El sujeto, que da la cara desde hace diez meses con la pandemia y mantiene el tipo con todas las decisiones de Moncloa, comete el error de continuar un juego de palabras en una charla distendida, y vuelve a ser crucificado por una inquisición empeñada en iniciar juicios sumarísimos cada vez que el portavoz del coronavirus comete un desliz, como cuando se fue a Mallorca con la tele. Nos está asfixiando el fundamentalismo tanto o más que un virus que se nos ha ido de las manos. ¡Cómo va a mantenerlo a raya Fernando Simón si en agosto hasta se contagiaron monjas de clausura del convento Las Brígidas de Lasarte-Oria y estos días religiosas de Sondika! Pero como a él no le pueden aislar en el cenobio y tirar la llave de la celda al río, le machacan. Toca buscar ahora un nuevo himno para otra cuarentena en casa. La banda sonora de Titanic vendría que ni pintada.

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