N los tiempos que corren pocas especies provocan más pavor que quienes, disfrazados en plan Halloween o a pecho descubierto, deciden nuestros designios. Como los espíritus de los muertos que volvían a visitar el mundo de los vivos y que dieron origen a la tradición del trick or treat, truco o trato, creen sacar conejos de la chistera cuando en verdad su número no pasa la ITV de la prestidigitación. Ocurre con Pedro Sánchez cuando vende que, decretado el estado de alarma, el poder de la gobernanza reside en las comunidades mientras la letra pequeña le reserva decisiones trascendentales y, en caso de fiasco, la ocasión de desprenderse de la culpa. También con Pablo Casado, sabedor de que su acertado discurso contra Vox en la moción de censura le serviría para salir triunfador de la batalla, pese a ser responsable de haber perdido la guerra. Su enésimo giro llegó mínimo dos años tarde porque, de haberlo hecho entonces, esa ultraderecha que pretende suplantarle a él y sepultar derechos no tendría el nivel de legitimidad del que goza ni altavoces donde publicitarse. Y qué decir de Díaz Ayuso tratando de convencer que su nuevo megahospital se reforzará con sanitarios... ¡procedentes de otros centros que serán despojados de su personal!, quedarse tan ancha y afear a la periodista que esas preguntas no se le hacen a una presidenta autonómica. Juegan con las cartas marcadas, hacen como que no nos enteramos... Y se marchan de fiestón con Pedro J.

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