E cumplen nueve años del cese de la acción armada de ETA y el debate político continúa contaminado mediante interesados relatos antagónicos que la sociedad vasca tiene descontados de sus preocupaciones. Que no esté en la agenda ciudadana no significa, como ciertos sectores se encargan de azuzar, que haya triunfado la estrategia del olvido. Y no precisamente porque se haya convertido en recurso de un pelotón de seriales como El desafío, Bajada de bandera, Patria, El instante decisivo o La línea invisible que, más allá de su factura cinematográfica, son simplemente una visión histórica de autor con fines particulares. Con sus aristas, lógicas ante la huella de la lacra, el Gobierno vasco ha hecho estos años un intenso esfuerzo, con el programa Adi-adian, en trasladar a las aulas los testimonios de las víctimas de todo tipo de vulneraciones de derechos. Serán otras las causas de que, según un sondeo que debería ponerse en barbecho, seis de cada diez jóvenes del Estado español ignoren quién fue Miguel Ángel Blanco. Probablemente no sepan identificar ni a Franco ni a Felipe González mientras recitan de carrerilla los participantes de La isla de las tentaciones. Sorprende más, o no tanto, que la mitad de los españoles crea que la organización sigue en activo o que un 20% la relacione con el 11-M. Eso sí es fruto de haber trasladado mediática, política y torticeramente una información adulterada bajo el paraguas del "todo es ETA" que no pocos mantienen en pie.

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